En 1774 se levantaron unos comuneros
¿comunes de qué, dueños de ningún prado?
en los rincones de traslasierra/en tiempos del virreinato
eran trescientos como en las leyendas de los ocupantes
hicieron que los numerarios tomaran la pluma y firmaran
pacto de los chañares, memoria tardía en la nación creciente
en cada choza esa noche chocaron
jarras de vino fuerte y licor amansador
podían ahora elegir autoridades/gobernarse sin europeos
expulsaron al maestre de campo y al juez pedáneo
y se reconocieron bajo el nombre de «el común»
rodearon la capilla y gritaron el nombre de los letrados
los supieron tenientes de toda ofensa
y rechazaron de una vez y por todas
el castigo y el desprecio de la ley
del brazo que robaba la producción
del capitán que violaba a las mujeres y a las niñas
el obispo fue una contraseña
ya no había qué detuviera a esos hombres
ya no había quien salvara los fueros
ya era humo la inquisición implacable
y la muerte brutal del santo oficio
el azar lo dio por muerto cuando mencionó «lo común»
los tomaron prisioneros y esperaron
la respuesta de la corona
vieron llegar el paso de Juan Tiburcio Ordóñez
tenía como fin adormecer los ánimos y evitar
que la rebelión triunfase y fuera ejemplo
el petitorio fue presentado y el pacto firmado
iglesia, milicia y cabildo debieron ceder
ganaban lo que era por derecho
se despabilaron las armas del coronel Acosta
pidió por uno
y encontró la resistencia del conjunto
«si no van todos, no va ninguno»
ni la muerte era freno
marchar en armas y buscar al enemigo
hasta encontrarlo en el llano
donde se hace justicia
hablaron sin voz, fueron bocas sin dicción
la atrocidad nombrada borró su sonido
la tortura y lo inhumano decretaron antes el olvido
no eran nada cuando fueron solo piel
deshaciéndose en huesos secos
son esos a los que llaman liberados
y siempre están volviendo a sus tierras
esas a las que nunca regresan.