«El campo popular está muy desarticulado»
El escritor y docente universitario analizó con espíritu crítico las condiciones que permitieron el triunfo de Mauricio Macri en las sucesivas votaciones que lo llevaron al sillón de Rivadavia. Además, indagó en la situación de los movimientos sociales y partidos políticos frente a la política de ajuste y represión que se ejecutó en los primeros meses de gobierno.
Analizar los hechos políticos de nuestra historia contemporánea con el diario del lunes es una práctica habitual que nos permite revisar con cierta ventaja los aspectos ocultos que posibilitaron el desarrollo de un episodio en concreto. El escenario es Argentina, el domingo 25 de octubre de 2015, a las 22; el candidato del Frente Para la Victoria, Daniel Scioli, salía a escena en el estadio Luna Park de Buenos Aires frente a una platea rebosante de militantes peronistas y kirchneristas que esperaban ansiosos una confirmación que nunca llegó.
Las cadenas de televisión transmitían en vivo el minuto a minuto de los bunkers, también a la espera de los «primeros datos oficiales» que ordenaran la marea de especulaciones que se multiplicaban furiosas en las redes sociales. Días antes, la proyección de los encuestadores hablaban de una «cómoda diferencia» para el gobernador bonaerense frente a su principal contrincante: el jefe de gobierno o «alcalde porteño», para los medios extranjeros, Mauricio Macri, que se animaba a su primera travesía nacional con la bendición del radicalismo y la Coalición Cívica.
¿Pero qué pasó entre la seguridad de un triunfo vociferado de antemano y el revés de la taba que finalmente mostró el culo? Un estruendo de globos amarillos repiqueteó frenético en las pantallas y el teorema de la grieta se adueñó del análisis pos electoral; los medios hablaban de dos países, dos candidatos, dos proyectos que se ponían en juego en una fecha precisa. Y el 22 de noviembre se transformó en la meca tras la cual peregrinaron hambrientos políticos, militantes y ciudadanos de a pie frente a una postal inédita para nuestra joven democracia.
¿Te la veías venir? Bajo esta premisa, el escritor y docente universitario Roberto Retamoso analizó los aspectos más importantes del resultado electoral que cambió el rumbo nacional en un abrir y cerrar de ojos. «Yo no me lo esperaba. Era de esas personas que acompañó, con mayor o menor énfasis, a los gobiernos de Cristina y Néstor Kirchner, y creía allá, por julio o agosto del año pasado, que era imposible un balotaje. Evidentemente, no tenía una adecuada percepción de la realidad política del país. Incluso circulaban encuestas que hablaban de una diferencia de diez puntos entre un candidato y otro, por eso para mí fue muy sorpresivo».
―¿Qué errores cometió el candidato del oficialismo?
―No me encuentro en condiciones de sacar conclusiones definitivas sobre este tema. Es más, creo que no hay una explicación unívoca o lineal, hubo una concurrencia de problemas y dificultades. Por el lado del candidato que nosotros apoyamos, que fue Daniel Scioli, me parece que hubo una instalación tardía de su candidatura, también se notó una cierta ambigüedad en su discurso que le restó apoyo de un lado y del otro, es decir, de la gente que formaba parte del campo propio y de aquellos potenciales votantes que no formaban parte de ese espacio político.
Cuestión de internas
Por aquellos días, la figura rutilante del ex ministro del Interior y Transporte, Florencio Randazzo, estuvo en boca de todos cuando se conoció la noticia de que la presidenta le había «sugerido» declinar su candidatura a presidente y disputar la gobernación bonaerense. Dicen las crónicas que el episodio se repitió por segunda vez en la vida política del entonces funcionario. En 2007, Néstor Kirchner apoyó a Scioli para la postulación que ahora le ofrecía Cristina. Meses más tarde, y a la vista del magro resultado que obtuvo el ex gobernador en las elecciones generales, Florencio se despachó: «La presidenta ha decidido que el candidato sea Scioli y los resultados están a la vista».
Para Retamoso, este acontecimiento no resultó menor a la hora de pensar en los números finales: «Cristina no estaba al margen de la campaña y de hecho decidió cómo tenía que ser la fórmula, decidió que no hubiera internas y en la provincia de Buenos Aires hubo una interna completamente prefabricada, condicionada. Cuando lo pone a Zanini, ahí Randazzo se tiene que bajar, y esas cosas pueden leerse como errores estratégicos. No sé tampoco si Randazzo era mejor candidato, pero se privó la posibilidad de tener una interna por la candidatura presidencial, y las cosas quedaron como quedaron».
Además, el escritor repara en «el poder de fuego» que tuvieron los medios de comunicación opositores al kirchnerismo porque «erosionaron» completamente al gobierno con feroces operaciones de alto impacto en la sociedad. «Yo no creo que una elección se pueda ganar sólo con los medios de comunicación, pero sí tuvieron una fuerte influencia sobre la gente. Yo lo verifico todavía hoy, por ejemplo, con el diariero de la vuelta de mi casa; por un lado escucho reiteradamente las expresiones de arrepentimiento, pero también el argumento justificatorio que “con lo otro no se podía seguir”».
Promesas sobre el bidet
Si algo caracterizó la campaña electoral del PRO en todo el país, fue el insistente tono de promesas que adoptó Macri para explicarle a la ciudadanía cuáles eran las propuestas que su eventual gobierno aplicaría en el caso de resultar electo presidente. Pueden contarse en esta lista escenas memorables del debate presidencial, cuando el ahora presidente negó la devaluación o la eliminación de los planes sociales instrumentados por el kirchnerismo. Un spot de aquellos días lo muestra al entonces candidato en un mensaje directo a los beneficiarios de los múltiples programas que resultaron emblemáticos durante la década pasada: «No voy a sacarle la ayuda a nadie, no voy a cambiar las cosas que sí se hicieron bien».
Clarín de por medio, la estrategia salió a pedir de boca si lo analizamos, una vez más, con el diario del lunes. Y en este sentido Retamoso es claro: «Lograron la instalación de un conjunto de promesas totalmente creíbles para el público, de las cuales no se cumplió ninguna: terminar con el impuesto a las ganancias para los trabajadores, o negar la devaluación, decir que no se iban a promover aumentos desorbitantes». También repara en el manager ecuatoriano, Jaime Durán Barba, como artífice fundamental del corpus publicitario que lo depositó a Macri en el sillón de Rivadavia: «La orientación que le dio Durán Barba a la campaña, diciendo lo que la gente quería escuchar, fue una cosa astuta y quizás fue lo que más le sirvió a Macri para ganar».
La tercera vía
Si hubo un concepto que logró instalarse por aquellos meses con la fuerza necesaria para que cualquier jefe de campaña se sintiera orgulloso, fue la idea del cambio. «Quiero un cambio», susurraban algunos, como si se tratara de un desafío personal que venía a transformar las realidades individuales en el sentido más new age que puede tener esta definición. Entonces, si «quiero un cambio», Cambiemos parecía la alternativa más cercana para la aventura. Y en esta línea, hubo quien entendió que la única manera de terciar en aquella disputa era sumarse a la estrategia del cambio desde la renovación. Por eso «el cambio justo» de Sergio Massa intervino sobre el electorado alterando las porciones de la balanza: si vamos a cambiar que sea un poquito, no vaya a ser que nos vayamos del otro lado. Aunque la apuesta no resultó del todo, el 26 de octubre, el ex jefe de gabinete del kirchnerismo amaneció con un capital político entre sus manos que fue decisivo para el balotaje.
Según Retamoso, la aparición del Frente Renovador en el escenario electoral está ligada a razones históricas que encuentran su origen en el movimiento peronista: «esto tiene que ver con los posicionamientos y alineamientos de los distintos sectores del peronismo, y uno de ellos es esta versión dialoguista, conciliadora con los gobiernos de turno. Existió en el primer gobierno de Perón, cuando estuvo en el exilio, cuando volvió. Siempre están los “Massa”, que son los dirigentes del peronismo llamados a acordar no con aquellos que representan los intereses populares –como se supone que representa el peronismo– sino con aquellos que representan todo lo contrario».
De ajustes, tuercas y topadoras
Las primeras semanas del novísimo gobierno de Macri, marcaron la temperatura de un verano agobiante de noticias que modificaron estructuralmente algunos aspectos de la macroeconomía del país. La devaluación del 17 de diciembre y el fin del «cepo» para la compra de dólares pueden contarse como las medidas más altisonantes para la opinión pública. Desde la placa roja de Crónica anunciando «Usted ya puede comprar un millón de dólares», hasta la eliminación de las retenciones al campo como primer acto de gobierno en la localidad bonaerense de Pergamino, podemos señalar que el rumbo del «cambio» ejecutado desde el nuevo gobierno nacional había quedado claro. Y reaparece la pregunta: ¿te la veías venir?
―¿Imaginabas todas las decisiones que se tomaron en las primeras semanas de gobierno?
―Yo hubiera esperado todo esto y más también. Además, han actuado con un grado de impunidad bajo esos principios que ellos dicen defender, que son los intereses republicanos. Como el caso del carnicero que mató al ladrón atropellándolo con el auto y queda en libertad porque Macri sale a decir que tiene que estar en la calle. Cuando decían que Cristina manipulaba o quería un terrenito en el poder judicial, eso termina como un delirio al lado de estos hechos que realmente son muy concretos. O el caso del juicio político al que se quiere someter a la jueza que falló en contra del tarifazo en la provincia de Buenos Aires, o la situación del juez Rafecas porque dijo que lo de Nisman era una denuncia ridícula, absurda, que no tiene ningún sustento jurídico. ¿Cómo no esperar todo esto y mucho más?
―Quedó en evidencia la complicidad del poder judicial con el ejecutivo nacional y lo medios de comunicación.
―Sí, pero no tenemos que olvidar el poder económico. Las grandes corporaciones del capitalismo global a escala planetaria son las que imponen las reglas del juego, las que imponen las condiciones y las que imponen los proyectos políticos. Porque no hay que olvidar que lo que estamos viviendo en este país, está absolutamente en consonancia con lo que pasó en Brasil con la vergonzosa y bochornosa destitución de Dilma. Y esto tiene que ver con una ofensiva global sobre Latinoamérica destinada a tumbar a todos los gobiernos que durante una década lograron un espacio y un ámbito de políticas públicas tendientes a beneficiar y a ampliar los derechos de los sectores populares. Eso está siendo arrasado de la peor manera en Argentina, en Brasil, en Venezuela, después irán por Evo Morales, en Bolivia y Rafael Correa, en Ecuador. Nada de esto se podría analizar sin contextualizarlo en ese marco.
Fragmentación y reorganización
Pasadas las elecciones y al cumplirse casi un año del histórico balotaje, muchas preguntas aparecen en torno a la reorganización del llamado «campo popular». ¿Cuál será el cauce que tomarán los movimientos sociales en un escenario completamente fragmentado? Si de estrategias hablamos, el horizonte de un gran paro nacional parece cada vez más lejos en vistas del perfil conciliador y dialoguista que adoptó el «triunvirato» que conduce la cgt. En la vereda de enfrente, las dos corrientes de la cta insisten en volver a las calles para encabezar la resistencia a un modelo basado en la reprimarización de la economía, con escaso margen para el desarrollo industrial, y en donde los derechos de los trabajadores aparecen como un obstáculo para el proyecto político. A esto debemos sumar la interminable división de los diputados en la cámara baja, configurando una virtual mayoría del oficialismo que en pocos meses logró el control del órgano legislativo.
«Lo que no hay todavía, y no sé cuánto tiempo más llevará, es algún tipo de organización popular para enfrentar en términos políticos a la derecha que gobierna», expresa Retamoso, algo preocupado. E insiste: «El campo popular está muy desarticulado, hay muchas respuestas que son muy valiosas, pero que son puntuales y sectoriales. Reaccionan determinados sindicatos, asociaciones de consumidores, organizaciones de pequeñas empresas, que son respuestas desde lo social y lo gremial. Pero yo todavía no veo una configuración política, que sería lo indispensable para pensar en algún momento que, de la resistencia y de estar a la defensiva, se puede pasar a la ofensiva política».
―También se observan dificultades al momento de pensar quién conduce este proceso político.
―En este momento no lo conduce nadie. Yo tengo dudas con respecto al rol que pueda cumplir Cristina en esta etapa, porque no sé si todo lo que tuvo ella de fantástico como presidenta, lo pueda tener para esta nueva etapa. Una persona que demostró tantas aptitudes para desarrollar una gestión desde el ejecutivo nacional, quizás no tenga las condiciones o las características para liderar un proceso político de reconstrucción desde el campo popular, y pasar a la ofensiva desde el llano.
―¿Se nota en este contexto la ausencia de Néstor Kirchner?
―Pero tampoco Néstor Kirchner demostró que desde la resistencia pudo recomponer al campo popular. Él ganó una elección también, y entró como presidente en la historia grande, no como un líder que le ganó a la derecha. De todas maneras, creo que Néstor tenía una cintura política y una destreza para la política del día a día, que quizás no la tiene Cristina. Entonces quizás sí podemos pensar que él tendría más chances de liderar un movimiento, pero eso tampoco está tan claro. Además, nadie es líder antes que llegue el día que le ha mandado el destino. Perón era un militar muy capaz, muy inteligente, que se supo posicionar en el gobierno militar surgido en el año 1943, pero se hizo líder el 17 de octubre de 1945, cuando el pueblo lo ungió y lo puso en ese lugar.
Cuánto tiempo más llevará
Una pregunta reaparece de modo insistente. ¿Cuánto tiempo más llevará construir una real oposición al gobierno de Macri? ¿Es posible hablar de «la resistencia» cuando algunos gremios parecen más interesados en discutir un bono de fin de año que la flexibilización laboral? Si los datos oficiales hablan del aumento de la pobreza y la indigencia en el país que votó por la pobreza cero, ¿qué andamiajes permiten la subsistencia de Macri en el poder? Desde la vuelta del fmi al país, hasta el perdón que ofreció Prat Gay a los españoles, o la «nueva campaña del desierto» anunciada por el ministro Bulrrich, todo parece quedar en la indignación del «núcleo duro», que resistió el desembarco de Cambiemos en el país y que todavía no logra desanudar la compleja trama que pone un velo sobre la sociedad.
A la popular expresión «no llega a fin de año», que solemos escuchar como pronóstico reservado del futuro del gobierno, habrá que anteponer algunos interrogantes críticos para entender cuál es la estrategia del oficialismo en pos de mantener la gobernabilidad necesaria para mantenerse en el cargo. «La historia nunca se repite de la misma manera», sentencia Retamoso. «Estar esperando la caída del gobierno es de un infantilismo total. Como dijo en algún momento un gran filosofo y pensador alemán del siglo xix: “Lo que primero aparece como tragedia, después se repite como comedia”. Por otro lado, la historia nos enseña que hay que ser prudentes y sobre todo no ser ingenuos en relación a pensar los fenómenos políticos como consecuencia de las condiciones económicas. La tesis fuerte y radical del marxismo es que las condiciones materiales generan determinadas formas de conciencia, y cuanto más empeoran esas condiciones materiales, se supone que la gente tiene más condiciones para reaccionar en consecuencia. La mejor demostración de que eso no es así fue lo que se votó el año pasado en el balotaje, porque la gente fue a votar en contra de sus intereses objetivos».