Cerca del fin del mundo, donde el Febo estira la luz hasta las largas horas del día, se esconde un paisaje que, según algunos, se asemeja a la idea occidental del paraíso. El cielo se come las impresiones de la vista y arrasa con lo establecido, dibujando una postal que se incrusta en la médula y evita que el olvido arranque semejante recuerdo.
Por Anto Cassina