Después de varios meses sin noticias suyas, habíamos empezado a preocuparnos. Nuestro compañero había dejado de contestar las llamadas. Pusimos un aviso en el diario, pero nadie nos contactó. Hace algunos días volvió, con la sonrisa rápida y una crónica abajo del brazo. Andaba por los teatros, buscando qué escribir. ¿Dónde más si no?
Por Ernesto David Sánchez | Especial para El Corán y el Termotanque
«El nombre de mi show es Soliloquios, porque suena mejor que “monólogos”, y porque estoy podrido de hablar de Stand Up», dice Luis Rubio, mientras agradece la concurrencia, y aprovecha la muletilla para empezar a bromear con todas las cosas de las que está podrido.
El público ya parecía emocionado desde antes de empezar. De hecho, algunas personas se rieron apenas se apagaron las luces. Rubio aprovecha este clima, y ataca con sus chistes más esperados: los futboleros. Es una intervención breve, para dejar a todos conformes. La mayoría de las personas que asisten al show debe conocer el trabajo de Luis a partir de su personaje más exitoso: Éber Ludueña, un jugador de fútbol caído a menos, que siempre tuvo más maña que habilidades en la cancha. Sus chistes, aunque graciosos, son aplaudidos con una fuerza insólita que parece responder más a su trayectoria que a los chistes en sí.
Posterior a eso, Rubio continúa la lista de temas de los que está podrido, y habla de las situaciones cotidianas, las relaciones de pareja, las personas que le caen mal y vida de los famosos. En lo personal, yo estaba podrido de escucharlo hablar de fútbol en la televisión, así que me pone muy contento que haya diversidad en el tema. La razón por la que quería venir a este espectáculo, es porque pienso que Luis tiene una visión muy divertida de lo cotidiano, y quería verlo desarrollar ese aspecto.
Rubio realiza tres intervenciones diferentes, y cada uno de sus monólogos están mechados con la participación de otros dos humoristas: Diego Sacco y Guillermo Scilsa. Al principio, el público parece presentar algo de resistencia a la situación: en cartelera no figuraban más artistas, y el espectáculo parecía enteramente de Luis. Es entendible que algunas personas se muestren algo retraídas; incluso dos señoras maleducadas que tengo al lado empiezan a jugar con sus celulares, distrayéndome. Pero tanto Diego como Guillermo tienen un buen manejo del escenario y saben ganarse a su público, así que de a poco los espectadores entran en confianza y las risas dejan de ser para adentro.
En realidad, el estilo de humor que tienen los tres humoristas se complementa bastante bien: Diego Sacco realmente se luce, mientras parece jugar el papel de hombre más tranquilo y tímido, que sobrevive como le sale; por su parte, Luis Rubio se la da de tipo de mundo que puede caminar la calle y señalar lo ridículo de la vida; y con una apuesta más arriesgada, Guillermo Scilsa juega a mostrar abiertamente los valores negativos de las personas, como racismo, xenofobia o misoginia, aunque tal vez su intervención queda muy enfocada en invocarlos, pero sin buscar alguna reflexión al respecto. Así, su participación es la que menos risas estridentes recibe, porque las personas del público se ríen con fuerza pero en silencio, con los ojos desorbitados y mirándose entre ellos, como diciendo «Se fue al carajo, ¿si me río ahora quedó mal?».
También los tres tienen una forma parecida de armar sus monólogos: no diseñan sus chistes como fuegos artificiales, en el sentido de chistes largos, que necesitan preparación para avanzar progresivamente y de forma sólida, hasta estallar en el aire dejando estelas de luz. Al contrario, el estilo de estos humoristas es más el de explosivos fosforito; chistes breves y apenas enlazados, que estallan rápido y de forma acotada, pero que pueden aturdir a partir del ritmo que logren. Es un estilo muy común en las nuevas propuestas de stand up de Argentina o Chile, pero que requiere de una velocidad de hilado entre los remates que no estoy seguro que se cumpla en todos los casos. De todas formas, el público lo disfruta y lo aplaude sin miramientos.
Sobre el final del show, Luis Rubio hace su último monólogo de espaldas al telón. El público parece querer que el espectáculo siga, pero a diferencia de los recitales de música, en el stand up no se puede pedir un bis; así que el show termina sin un remate contundente. Simplemente gracias por venir, y saludo con reverencia al público.