El frío es algo que está por venir, como el agua. Nuestra cronista dice que cuando cierra los ojos el agua viene, que sueña con ella. Entró a la sala como un barco al mar y encontró a dos personajes que se cruzaron sin buscarse. Tomó nota de cada uno de los detalles que llamaron su atención, y escribió lo que sigue.
Todos somos náufragos
El viernes era una de esas noches cálidas y otoñales de Rosario, una suerte de vestigio tropical reanimaba la ciudad y los seres de rutinas estábamos ansiosos de comenzar un fin de semana de ocio. La temperatura era ideal para estar en la puerta del Teatro de la Manzana, conversando con una amiga sobre los últimos viajes. Una noche perfecta.
Cuando dieron sala atravesamos el pasillito, pasamos por el patio y entramos hacia el mar, como náufragos seducidos, en este caso, por el canto de una sirena. Pero no estaba sola. Al principio no lo vimos, pero al fondo, ensimismado, estaba él. Sentimos la tensión del binomio fantástico. Lo dulce y lo apestoso. Por momentos esta dualidad nos servirá de salvoconducto de la locura, en muchas otras escenas la claridad de esta lábil línea se esfumará y ya no tendremos de donde agarrarnos.
Ella es Victoria. Así quiere que la llamen reiteradas veces: ¡Llámeme Victoria! Exige, implora, ordena. Una mujer con miedo provoca miedo. Su obsesión por alcanzar una identidad nos inquieta. El personaje me remite a la escritora Alfonsina Storni. Su intensa relación con el mar, tal vez. Su vestido blanco victoriano de principios de siglo, el peinado recogido con un lazo. Esas primeras fotografías que adoro mirar por varios minutos imaginando la vida de esas caras de antaño. Ella es la declamación nítida de una voz que nos envuelve y nos mece. A veces ella calla o juega, absorta en sus ritos, y su voz emerge desde las profundidades oceánicas.
Él es Rodrigo. Sucio, perverso y cretino. Lo sabemos desde la primera impresión. Nos contará su historia con el candor y la inocencia de un niño, apelando a nuestra compasión y empatía. Por momentos caeremos en su red.
Casi cada noche sueño con agua. Ayer soñé que estaba nadando en el río, casi llegando al canal. Otras veces es el mar o una laguna. Cada vez que los personajes nombran el mar imagino emociones, la luna, el tambaleo constante del inconsciente. El encuentro de Victoria y Rodrigo es producto de un accidente. Pero, ¿existen los accidentes? La relación víctima-victimario entre los personajes va fluctuando a lo largo de la obra. El deseo es lo que une ambos personajes. La soledad mórbida. Un sensual vaivén entre el erotismo, la lascivia y las perversiones necrofílicas. Se buscan del otro lado del espejo.
La escenografía minimalista contribuye a un uso del espacio fluido por toda la sala e incluso el exterior. A la escasez de objetos o mobiliario toma la posta el diseño de luces que enmarca cada escena dibujando las formas ausentes. La luminaria está tan presente que alcanza la oscuridad cuando ya no podemos ni queremos ver, la oscuridad total del alma.
El texto del prolífico dramaturgo Alejandro Tantanian publicado en 1995 se celebra nuevamente con las actuaciones de Emiliano Dasso, encarnando un personaje masculino terrenal, junto a la actriz María Cecilia Borri que interpreta una Victoria clásica y etérea. La potencia poética que emana del texto envuelve a los personajes y nos atrapa arrastrándonos entre las olas del deseo y la violencia. La dirección de Felipe Haidar potencia con destreza los recursos esenciales del teatro.
Para culminar un consejo, una data para tener en cuenta de acá en adelante: miren todas las futuras obras del grupo Enjambre P; hagamos que cada noche sea perfecta y volveremos a casa desandando el camino que nos lleva del lugar cómodo hacia el mar de la fertilidad.
Contacto
Ficha técnica:
Actúan: Emiliano Dasso y María Cecilia Borri
Dirección: Felipe Haidar