Dice te amo
el cuerpo del árbol.
Bien grande la letra
en la fisonomía
de la plaza intervenida
por ese grito
que la carne asimiló en cicatriz.
¿Por qué publicarlo?
No se notaba, tal vez
la actitud contradecía.
Tal vez hacía pensar
al mundo que lo escrito
era falso.
¿Qué se inscribe ahí?
***
Esclava de tus besos y de este lugar común,
cómo te lo digo, te lo hago entender…
puedo vivir sin vos
puedo vivir sin vos
pero no quiero
no quiero mi amor
no quiero que pongas sobre otra piel tus ojos vida mía
dame lo que no querés darme:
tu boca
tu barba plena
tu saliva pequeña
tu pecho de selva
bello
agreste
nunca mío
***
Estoy en mi casa, despierta,
como antes dando vueltas
en las noches vacías.
Aparece el difuso recuerdo de una
en que me puse a mear
en la rejilla del baño del Berlín
porque no daba más y estaba
todo ocupado.
En esta noche fría es una nada
el acoso de la recién nacida.
Allá la música no paraba:
o me iba a dormir
o seguía
la joda en cualquier lado, o casi.
Hoy los parlantes están
en su boca y el ritmo es el suyo.
Hoy también bailo
Hoy tampoco duermo
***
La edad de las remeras
En esta edad el rock está en las remeras
y puedo disponer
de pan y de trabajo,
tanto como de un gasto suntuario
y que a la vez necesito
como por ejemplo, una entrada, un ticket
para ver la banda vieja, digo:
porque tengo rock como sano
porque tengo rock me levanto temprano
***
Al fin solos
Puedo escribir un poema que hable de cómo
caminás en calzoncillos por la casa
cantando Divididos a la par de Mollo.
Y no lo escribo:
te miro
esa noche, una y otra vez,
avanzar en mi cabeza
diciendo «pezón, pezón»