En la ternura de los ojos de un niño se dibujan las incertezas de un tiempo que le fue infaustamente legado y sobre el que el impiadoso empecinamiento de las injusticias recayó con la atroz furia del desamparo. Y allí están ellos, sometidos a un destino que no les pertenece, pero que los perfora en cada latido, aguardando por la la igualdad que siempre llega tarde para estos lados.
El niño ríe y se divierte,
ríe porque desconoce,
desconoce el mundo que lo abraza.
Ríe y el marfil de los ojos
le brilla como luciérnagas inquietas
ríe y decora el denso aire
con el blanco chillón de sus dientes
El niño ríe y juega
juega porque no entiende
o no le interesa entender
el todo es una parte de la magia
y el frío asfalto de la realidad
ni siquiera le hace cosquillas
El niño ríe y sospecha,
sospecha de perder la libertad,
ve a sus padres cansados,
con sus espaldas fatigadas
y los platos guardados
porque sólo hay hambre para cenar.
El niño madruga y se prepara,
madruga y termina lo último del pan,
ya empuja otra vez el carro
y revuelve entre la mugre
jugando a encontrar la cena
para sus hermanos, que ríen
que juegan y se divierten.