Crónicas | Los Camilleros por el norte - Por Lautaro Lamas

Salimos de Rosario el jueves 12 de julio a las 10.35hs y regresamos el martes 24 a las 21.01hs tras haber recorrido 2566 kms ida y vuelta desde nuestra ciudad hasta Tilcara, Jujuy, pasando y haciendo funciones en Santiago del Estero, San Miguel de Tucumán, San Salvador de Jujuy y Salta capital. Cruzamos llanuras, sierras, salinas, desiertos, altas montañas, quebradas, guadales, valles, yungas, curvas y contra curvas, arenales, autopistas, poblados, ciudades, puentes…

(Gracias Pugliese. Gracias gaucho Gil.)

Santiago del Estero

Arribamos a la hermosa sala Hércules la noche anterior a la presentación en la capital santiagueña.
Había esa noche una clase abierta de teatro comandada por Diego Palavecino donde unas 40 personas presenciaban la forma de hacer teatro en ese espacio. Muy lindo fue que mientras la clase sucedía empezamos nosotros y terminó el cocinero del lugar un gran guiso de arroz al disco con fuego de astillas de quebracho que había que avivar con un secador de pelo a falta de aire y por exceso de humedad en la madera. Entretanto podíamos entrar a la sala (donde actuaríamos, donde dormiríamos) y presenciar los juegos en un escenario delineado en sus puntos cardinales donde un grupo con una larga soga componía escenas y figuras que se comunicaban y expandían por acción de la luz y la voz del conductor. Luego volvíamos al patio, brillaban tibias las estrellas de Santiago y el guiso se ponía a punto. Al cabo salieron todos y tras alimentarnos con el alto guiso e hidratarnos con Salta rubia y negra, asomaron las guitarras, el bombo, un violín y agarrarte la pollera que pinto la chacarera. ¡Qué hermosura! ¡Qué dulzura ese canto que se enlaza en las melodías y retumba en los zapateos y vueltas de pie de los bailarines! Sacudían chispas en el patio de la dulce Santiago. (Dulzura que se refleja en la gastronomía de su feria: exquisitas tortas, bizcochuelos de colores, pastelillos de crema, de fruta, chocolates, merengues, deliciosas nueces confitadas.)

Fotografía: Paula Ciani

Y con esa embriaguez almibarada el público recibió la obra: estallido de risas y carcajadas, con el estadio lleno y en mutuo encantamiento, en una sala con las condiciones espaciales óptimas para nuestra propuesta. Luego de la función encuentro con los pares, brindis con pizzas, Salta negra y cigarritos: volvió a florecer la noche de barrio Sarmiento con música, charlas, encuentros y baile hasta tarde en el patio del Hércules.

Dos horas de viaje a la siesta por la ruta que mezcla lejanas visiones de cerros y cosecha de mítica caña nos llevaron hasta la capital tucumana el mismo día de nuestra presentación.

San Miguel de Tucumán

El grupo Manojo de Calles festejó 25 años de vida teatral y esa fue la causa mayor de este viaje, la chispa que dio mecha a esto que se configuró como Los camilleros en gira por el noroeste argentino. Al festejo (que empezó el martes 10 y finalizó el domingo 15) se sumaron los grupos La Cochera, de Córdoba, El colectivo Teatro, de Jujuy, los sanjuaninos Ob Caenum y artistas de Tucumán y Rosario con presentaciones, charlas, talleres y foros. Manojo presentó su última producción: «Pedro y las Pelonas o Exvotos al Teatro», dirigida por Verónica Pérez Luna y con actuaciones de Tita Montolfo, Sandra Pérez Luna y Cecilia Rosales. Manojo hace teatro erótico, salvaje, de choque. Carga con toda la esencia e identidad Tucumana (tan ardiente, tan selva, tan facazo en la panza) y conjuga extremos académicos con vanguardia de ruptura: en el NOA la carrera de teatro es universitaria, son las Pérez Luna catedráticas en la UNT, cuentan con una base de investigación, estudio y justificación teórica, conjugada como digo con su poética de ruptura total, su estética feminista tucumana de liberación universal. Son la fiesta. Son la guerrilla. La sensualidad en el aire cargado con los miles de azahares de cada naranja que cuelga en los Manojos de Calles de San Miguel de Tucumán. Y tuvimos la dicha de estar con Los Camilleros, participando en estos festejos de plata, con colegas de otras provincias, comiendo delicias que servía la pareja de chefs contratados para la alimentación en todo el evento. Hicimos función en la sala Fuera de Foco, donde se concentraba la fiesta. El espacio escénico reducido brindó concentración y juego potenciado. Si no fue una cascada de risas como la función primera, fue un público híper experimentado y atento a nuestro juego, predispuesto y vibrante en el viaje hacia las llanuras del sur santafecino, entre el alambrado y la línea de cal donde el Ave Fénix F.C. juega de local.

Tras la función patio con cielo y baile otra vez. Comida, cerveza y vino tinto, charlas, abrazos, baile: eso que hace que el teatro sea más que comunicación durante un lapso de tiempo narrativo y pase al terreno del encuentro cuerpo a cuerpo, a los puentes, a reconocerse y festejar. El domingo compartimos un gran locro y a las 21hs estábamos otra vez en la sala para ver la obra jujeña «El hombre cóndor», con Iván Santos vega y dirección de Fabiola Vilte. Muy hermosa, más teatro salvaje. Juegos de actuación pura, con profunda identidad andina: relatos de personajes que se cruzan (un lustrabotas, un escritor, un minero desaparecido) y viajan por los estratos sub- terrenales del diablo minero el Tío, y los aires de altura que cruza la leyenda del Hombre Cóndor.

Luego, tras ayudar a llevar un gran mesón a la calle, unas guirnaldas que colgaron de un naranjo, y un gran parlante aullador, se llevó a cabo el Cierre Festivo en la vereda de la sala y soplado de velitas: cena y baile en la calle Mendoza al 2000. ¡Qué fiesta 25!

El lunes sí, bañados y descansados, agarramos la autopista que sube y baja entre montes y sólo nos detuvo el hambre saciada en un parador rutero muy rico y casero en Metán hasta llegar, por la noche, a subir la cuesta que nos dejó en la Quebrada de Humahuaca.

Tilcara

Tuvimos toda la semana para reponer fuerzas, comer, adaptarnos a la altura y descansar. Nos ayudaron mucho las hojas de coca, la maca, los papines andinos, el jengibre, el mate con hierbas, el vino Domingo Hermanos cabernet, las humitas, los tamales, las empanas de carne y quinoa con queso, las paltas, algunas milanesas, tallarines, agua, y la encantadora visión de cerros tilcareños y el río Grande rolando plateado. Nos recibió y coprodujo la Red de Grupo de Teatro Independiente de la Quebrada de Humahuaca, un colectivo que nuclea artistas de la Quebrada, haciendo sinergia entre diferentes grupos, utilizando los recursos de manera colectiva y potenciándose en su accionar. Justamente por estos días están construyendo su primer espacio físico: hacían con barro grandes cuadrículas que dividían luego en ladrillos grises con mechones de yuyitos que serán las paredes de las salas donde obras, talleres y encuentros multilaterales se realizarán. Por el momento nos consiguieron el salón Municipal José de San Martín, enorme sala que se ubica frente a la plaza; es posible que viajeros que estuvieron por allí no lo hayan visto: tapan su entrada los grandes barracones de ese lado de la feria y la hilera de carritos con panchos y salchipapa. Tras todo ello hay una sala para 120 personas que no es sencilla de llenar. Utilizamos como estrategia de difusión pegatina de afiches, volanteada por la plaza y feria, notas en la radio local y divulgación con propaladora por las calles. A pesar del frío que se levantó el viernes pudimos llevar una buena cantidad de público. Fue una función única que nos mostró que el Teatro está vivo: no es como andar en un burro amaestrado que repite el sendero de memoria, es montar un caballo que puede dejarse acariciar el testuz pero aún conserva sus bríos salvajes, envestidas y corcoveos. Y en eso radica su mayor gracia y potencia. A la falta de voz, al frío, la altura, la emoción, y algunos golpes, le pusimos entrega, carga energética, emocionalidad, un té de coca/arrope/jengibre/miel, y llevamos adelante la resistencia de Roberto y Juan Fermín contra la embestida de los intereses inmobiliarios ante un vibrante público mixtura de teatreros, turistas y tilcareños, resultado del agite de difusión.

Como no podía ser de otra manera esa noche hubo baile. Tocaba en un bolichón la banda jujeña Combo Locoto, y a pesar del hielo que cristalizaba las capas de los autos a la intemperie, el calor del bailongo nos congregó a muchos y muchas que bailamos y bailamos con los ritmos de esa gran banda hasta que el rocío del amanecer nos llevó a descansar para al día siguiente poder salir temprano hacia San Salvador de Jujuy, punto geográfico de nuestra cuarta función en gira.

San Salvador de Jujuy y Salta Capital

Puedo decir que estas dos últimas funciones fueron tan llenas de público y potentes como las anteriores. Pero no me gusta mentir. La verdad es que bajó significativamente la cantidad de público (las funciones eran al día de llegar lo que nos limitaba la difusión) y nuestras performances si bien fueron dignas y aplaudidas, bajaron su potencial actoral, técnicamente hablando. Nos pasó factura las horas de manejo sumados al armado y desarmado escenográfico diario durante las últimas tres jornadas, y la energía necesaria para una función teatral se vio sino mermada al menos fatigada. En San Salvador nos presentamos en La Mar en Coche: hermoso espacio en un barrio de casas bajas y cerros lejanos; en la sala están ampliando los ambientes para poder alojar grupos: el teatro salvaje de las provincias agranda sus nidos. Nos alimentamos de empanadas y dulce de cayote y dormimos menos de lo que necesita un cuerpo fatigado, entonces al medio día pudimos zarpar hacia Salta.

Una hora y media separa las capitales, pero la hicimos más larga por comer en una estación de servicio sánguches de lomito y milanesas. Arribamos a la ciudad entrada la noche. La presentación fue en un tremendo lugar llamado El Teatrino, grande, moderno, más acorde para presentaciones musicales, aunque perfecto para el teatro. Fue muy poco público pero se disfrutó igual. Otra vez la consigna que me enseñó el payador Mito Herrera en la Patagonia salió a relucir: actuar con la misma entrega y pasión ante siete mil que ante cinco o seis personas. Esa noche nos encontró tarde cenando empanadas y brindando con líquidos oscuros en un bowlin-pool frente a las peñas: felices, cansados, agradecidos.

Al día siguiente emprendimos el regreso; le pegamos casi derecho hasta nuestra ciudad orillera. Paramos sólo a pernoctar en Tucumán y a comprar salamines en Colonia Caroya. Mientras conducía por una ruta lineal y bordeada de sal con algunas irrupciones de sierras a los lejos, pensaba en el recorrido, en las fiestas compartidas, en las energías grupales, en las salas lejanas donde anduvimos, y sentí que fue una gira digna de lo que Jorge Ricci llamó hace años el Teatro Salvaje.

La aventura es infinita.


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