El arte es uno de los campos en donde el imperialismo actúa y despliega sus politicas colonizadoras. La independencia y autonomía artística es uno de los objetivos de cualquier nación que aspire a la soberanía. El profesor Calabrasa nos lleva a través de la historia y nos da unas cuantas cachetadas para que tengamos noción de lo sucedido en nuestro suelo.
Por Andrés Calabrasa
Para comenzar vamos a definir la relación entre estos dos conceptos propios del siglo XX. En primer lugar; el arte como actividad propia del ser humano, no puede aislarse de una función social, en consecuencia el artista puede ser consciente o no de dicha función.
En segundo lugar, esta sociedad no es abstracta, está dividida en clases antagónicas, donde las relaciones de producción cumplen una función central, influenciadas por sus tradiciones culturales, que corresponden a una serie de conflictos que se retrotraen a los orígenes propios de cada nación.
Por otro lado, en el plano ideológico y cognoscitivo, se van a definir dos corrientes principales del pensamiento con sus ramificaciones internas. Por un lado el idealismo pilar del proyecto burgués, que experimenta una gran cantidad de variantes, por el otro, el materialismo dialéctico, que con la revolución rusa demuestra, tal cual definió Karl Marx, que la filosofía es un instrumento de transformación terrenal. En consecuencia, las vanguardias artísticas en Europa y en América se desarrollan en la época influenciada política, económica y culturalmente por el capital monopolista.
Según Lenin “…el imperialismo, por su esencia económica es el capitalismo monopolista” [1] , y agrega más adelante “los monopolios, la oligarquía, la tendencia a la dominación en vez de la tendencia a la libertad, la explotación de un número cada vez mayor de naciones pequeñas o débiles por un puñado de naciones riquísimas o muy fuertes: todo esto ha originado los rasgos distintivos del imperialismo, que obligan a calificarlo de capitalismo parasitario o en estado de descomposición” [2] .
En síntesis, para Lenin, el imperialismo es la tendencia a la dominación planetaria por un puñado de superpotencias económicas y militares, donde es importante tener en cuenta sus propias contradicciones y luchas entre sí (las guerras mundiales han sido las consecuencias de estas contradicciones interburguesas).
El imperialismo con sus políticas ingresa a cada territorio por la fuerza o en muchas ocasiones con la complicidad de las oligarquías y burguesías dependientes y asociadas a los monopolios transnacionales.
La dominación de nación y de clase, se produce paulatinamente por un convencimiento que se plasma en las instituciones que el Estado tiene para desarrollar consenso (escuelas, universidades, instituciones culturales, medios de comunicación, etc.). Hay que dejar en claro, que en cada institución se producen disputas entre las ideas progresistas y reaccionarias de quienes participan laboralmente o como funcionarios oficiales y de oposición en dichas instituciones, en este sentido la lucha, según Antonio Gramsci es por la hegemonía.
De esta relación de poder, se puede comenzar a entender el por qué del rechazo de muchos artistas de vanguardia en acceder y participar de las instituciones oficiales de principio del siglo XX.
En América latina a partir de 1920 comienza una “vigorosa corriente de renovación” [1] cultural que se organizó en torno a un manifiesto que contenía diversos grupos, estos van a chocar con los ideales estéticos y temáticos de las oligarquías, que en su mayoría dominaban políticamente el continente.
Estos agrupamientos fueron integrados por plásticos y escritores que formaron parte, en algunos casos, de los movimientos de vanguardia que se extendían en toda Europa. Como por ejemplo Diego Rivera, Emilio Petorutti, Xul Solar, Raquel Forner, Antonio Berni, entre otros, que supieron adaptar las formas vanguardistas a la identidad y realidad de cada país.
Identidad como valor revolucionario
La lucha por la identidad nacional y social, se revaloriza en la época del imperialismo, este último, se apoya en las oligarquías financieras que a principios del siglo XX fomentaban un arte naturalista e impresionista donde las temáticas eran simples paisajes coloridos o personalidades de la aristocracia y la clase política dominante. El realismo social, como tendencia ética y estética, era una amenaza a la quietud cómplice de los sectores conservadores.
En este contexto las vanguardias surgen del avance de las fuerzas sociales oprimidas y las corrientes de pensamiento antiimperialista, que generó en la intelectualidad una nueva sensibilidad que se construyó en base al nuevo contexto social y los nuevos cambios tecnológicos.
¿Por qué decimos que las vanguardias son el reflejo de la sociedad?
Si hacemos un recorrido general observamos que la dinámica del mundo capitalista moderno se ha reflejado en el arte futurista; las atrocidades de las guerras, con las anatomías deformadas en el expresionismo; la hipocresía del capitalismo y la reacción a la moral burguesa se expresa en la ironía dadaísta. Esto deja en claro la determinación social en el arte y como los artistas conscientes o no se vinculan orgánicamente a un proyecto de clase.
Dos hechos sociales marcaron las vanguardias artísticas, la revolución mexicana y la revolución rusa; el impacto de la primera generó las actividades de los muralistas mexicanos que mediante el arte buscaron extender los ideales revolucionarios (la unidad necesaria entre obreros y campesinos, la denuncia a la burguesía fascista y la lucha por la paz entre otros temas).La revolución rusa en segundo lugar, inspiró una variedad de formas y métodos de definición, también tomadas por los muralistas en México, que vinculó la imagen con la propaganda política, esta se encarna en la vida cotidiana del pueblo mediante carteles, trenes con obras itinerantes, etc.
Vanguardias latinoamericanas
En América, entre las más importantes, podemos mencionar la revista Klaxon (1922) y la revista Antropofagia (1928) en Sao Pablo, el machete en México como voz del sindicato de obreros, técnicos, pintores y escultores, el cual se transformará en órgano de difusión del partido comunista mexicano, Martín Fierro en Buenos Aires (1924) y Amauta en Perú (1926).
En estas publicaciones, muestras y seminarios que se realizaban, se revelaban una serie de oposiciones cruciales sobre la difusión del arte. Algunos movimientos mantenían el principio de la unidad orgánica de la revolución en el arte como por ejemplo; El machete y Amauta y otros grupos, insistían en la autonomía del arte como por ejemplo, Martín Fierro, en Argentina. Esta disputa desembocó en la división de los martinfierristas en dos grupos: Boedo y Florida.
Es con esta disputa que el termino vanguardia va a tener distintas ópticas, una “formalista” y otra “contenidista”. Desde nuestro punto de vista, la definición vanguardia no se puede reducir a la experimentación formal, ni a la oposición unilateral sobre las instituciones, por el contrario, debe ser definida globalmente como un arte que acompañe los procesos sociales de cambio en un sentido progresista, nutriendo las imágenes con las nuevas técnicas y medios de producción.
Si pensamos que la vanguardia se agota con la institucionalización, el proletariado al tomar el poder estatal, no podría generar desde las instituciones artísticas un arte de vanguardia afín a su proyecto. En Rusia con la revolución, el arte de vanguardia se oficializó y formó parte de la vida cotidiana del pueblo con mensajes revolucionarios.
Por otro lado, un ejemplo claro que nos demuestra como las “formas” por si solas no pueden ser analizadas como revolucionarias, es el caso del futurismo en Italia, que adaptó sus “formas” a la idea de que “la guerra es la limpieza del mundo”, sin duda con estos conceptos terminaron adhiriendo al fascismo italiano, que por entonces, comienza sus extensiones territoriales en África.
Por el contrario, reafirmando el sentido dialectico de la relación entre contenido y forma en la práctica vanguardista, el futurismo en Rusia adaptó la “dinámica futurista” a las necesidades del proletariado, recordemos que Marinetti, líder del futurismo italiano, fue repudiado cuando visitó Rusia, por los futuristas rusos.
En América las formas futuristas son tomadas por Siqueiros en los murales y por los movimientos Antropofagia y Martín Fierro, interesados por la dinámica espacial propia del desarrollo industrial y por su espíritu contra las formas tradicionales y el atraso colonial.
Es por esto que la relación entre “contenido” y “forma” es fundamental para entender el carácter vanguardista o reaccionario de una obra de arte.
A modo de conclusión podemos decir que las vanguardias se construyeron, mirando atentamente la dinámica social en constante movimiento, generando a nivel perceptual una gran cantidad de efectos visuales alimentando la creatividad humana y la libertad de consciencia. En esta explosión de creatividad muchos artistas realizaron aportes significativos para los sectores populares en sus luchas, por la liberación social, mientras que otros se quedaron a mitad de camino y fueron rápidamente absorbidos por un proyecto a los servicios de los monopolios. El debate por la construcción de un arte necesario a los interese del pueblo trabajador está abierto. Los desafíos están en esa unidad dialéctica entre la revolución del contenido y las formas.
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