Historia colectiva
Mientras aguardaba que el agua llegue a su punto justo, comenzó a repasar viejos proyectos. Innumerables tiros a la luna encontraba mientras revolvía el cajón de los objetos perdidos de su computadora. Poemas, cuentos, canciones rotas… seguía releyendo, por momentos se sorprendía, y en otros varios se avergonzaba. Estaba convencido de que las obras no se terminan, sino que se abandonan.
– Yo no puedo asegurar que terminé de escribir nada. Solamente lo dejo ahí. Por cansancio, o quizá presunto conformismo; si cada vez que me releo quiero corregirme, será que no está terminado, o que no soy bueno; o ambas. – el tipo aparte de escribir, hablaba sólo, en voz alta. Conciente de su cierto grado de locura racional.
Mientras filosofaba con el aire, y se preguntaba sobre si verdaderamente se consideraba escritor, encontró algo que le despertó curiosidad. Una novela, o algo por el estilo. Quizá aquello se parecía mucho más a un racimo de escritos perdidos, que a lo que se dice novela, pero sin embargo entró a ver qué había para leer.
Volvía a suceder lo de siempre. Risas, sorpresas y vergüenza. Aunque, sin encontrar una razón pura, se prometió encarrilar de nuevo aquello que esos papeles viejos querían contar.