-¡Ni flores, ni peluches! ¡Te lo advertí!- Descargó ella directamente sobre aquel extraño hombre de pocas palabras y de actitud ausente.
Sólo Ernesto la había visto entrar, sin perderse detalle del vestido marrón chocolate, que apenas cubría las rodillas de esas largas piernas hasta el suelo. Los tacones de cuero color caqui, el bolso en composé, impecable el cabello castaño, que se deslizaba por su espalda huesuda y con porte. En menos de 5 segundos, escrutó cada uno de los detalles y llegó a la conclusión de que era una mujer de unos 30 años, sencilla, pero con clase y elegancia. Cuando cayó en la cuenta que la dama se dirigía hacia la mesa de los taxistas, no pudo evitar sentirse conturbado, aunque se acomodó un poco en su silla de bar esperando ver de que venía todo.
Dyna Pessini, caminó directo al hombre, evidentemente lo conocía de antes y evidentemente ofuscada redobló el reclamo:
Empezaron una frenética carrera de preguntas sobre el incidente de la mujer:
-¿Pero quién es esa tipa que te viene a tratar así a vos? ¡Yo la hubiera sacado de los pelos!- vociferó Mario Gómez.
– Es una hermosa mujer, se veía un poco enojada, no le gustaron los regalos- dijo un poco acongojado Rubén Alondres.
-¡Pero no ves que sos un tarado! ¿¡Cómo podés imaginarte que una mujer así te va a mirar a vos!? Yo con mis escasos 23 años me doy cuenta del tremendo disparate que es todo esto… ¿Amigos? ¿Decís que se hicieron amigos? ¿Y para enganchártela le mandás flores y peluches? ¡Sos un salame!
Ernesto no pudo dejar de compadecerse de la humillante situación por la que pasaba Eduardo. Pero igual, no dejaba de agradecer por el acontecimiento de aquel incidente que rompió por momentos la monotonía del lugar.
Incrédulo de todo y como si lo pasado fuera poco para ese día de sobresaltos, alcanza a ver por la ventana, como un móvil de la policía estacionaba frente al bar. Dos uniformados irrumpen en el local y bajo los cargos de acoso sexual, se lo llevan preso a Olmedo, sin que nadie esgrimiera ni una sola palabra.