El género masculino (?) ha superado la etapa preevolutiva de dirimir sus divergencias a las piñas. El diálogo aún no es la salida indicada y aunque el #piedrapapelotijera suele ser un camino útil a la hora de resolver un conflicto, aún quedamos los que creemos que ese juego nada tiene de macho: sólo es un burdo e incontrolable azar. Por eso, la pulseada como forma de evocar a un justo ganador sersulta el método más justo y posible.
El juego
Las pulseadas son juegos que ostentan cierta prepotencia masculina. Participar de ella es muy sencillo. Existen dos participantes sentados en una silla de estatura tradicional, uno de cada lado de la mesa. (Es importante que la misma no posea más de 1,5 metros de ancho cosa que ambos jugadores estén relativamente cerca.) Se participa con un solo brazo, pongamos que el derecho. De esta forma el codo de dicho brazo deberá apoyarse sobre la mesa dejando el borde de la misma casi en contacto con la exila. Esto exigirá al cuerpo colocarse levemente de costado hacia la izquierda. Una vez que el brazo derecho de cada oponente esté apoyado, el antebrazo (una de las dos partes del brazo que es divida por la flexibilidad del codo, la que posee una mano en el extremo) deberá apuntar hacia el techo con una pequeña inclinación hacia el adelante. Cuando ambos estén en esa oposición deberán tomarse la mano. Como un saludo pero canchero, no cordial. Esto implica tomar el pulgar del oponente, rodeándolo con la palma y el pulgar propio. El adversario deberá realizar la misma posición (tomar el pulgar propio) por lo que la postura correcta será cuando ambos logran la equidad en el apretón.
Una vez que la posición ya esté asentada comienza el juego. El objetivo es lograr que la cara externa de la mano del oponente que está entrelazada con la nuestra toque la mesa. Para lograrlo se deberá forzar su brazo hacia el lado opuesto en que mira su cuerpo y a favor del nuestro. Todo deberá lograrse sin que ninguno de los participantes saquen, muevan, corran o levanten el codo de su lugar de origen.
La excepción
Para ganarla existen ciertos trucos que será importante que el lector los recuerde a la hora de enfrentarse al enemigo. Lo primero que debo aclarar es que las mismas funcionarán frente a cualquier mortal excepto contra un sujeto de brazo peludo. Entiéndase a quienes poseen un vello prominente en la cara externa del antebrazo que en contraposición a su cara interna -blanca y lampiña- evidencia su pelaje oscuro y ruliento. Este espécimen de pulseadores es prácticamente invencible. Los motivos remiten a una construcción cultural que los asimila con el neandertal –fase anterior al hombre actual peludo, forzudo, semidios, idestructutible-.Como la pulseada es un juego de machos recomiendo al lector que evite dar a entender el motivo por el cual no acepta el reto, que invente una excusa digna de ser creída como que hoy-cargué-bolsas-todo-el-día-y-no-siento-los-brazos-de-tanta-fuerza-que-hice. Nunca falla y todos la dejan pasar por respeto al trabajador.
Instrucciones
I
Pulsear consta de mantener el ángulo que hace el brazo (el grado de flexión) de igual manera para ambos competidores. Esta ecuación es prácticamente imposible dado que la contextura de todos los hombres no es la misma, mucho menos la extensión del brazo. De este error que provee la naturaleza tenemos que aprovecharnos. Así que debemos atraer la mano lo más próxima posible hacia nuestro cuerpo. La posición ideal es que el antebrazo esté recto, es decir que nuestra mano apunte directamente hacia el techo. Esto deberá buscarse en el tole-tole de la contienda, disimuladamente. De esta forma podremos concentrar nuestra fuerza en el bíceps y el oponente, incómodo por la perspectiva, deberá empujar con su antebrazo.
II
En el momento de la pulseada la palma se encuentra completamente extendida, el pulgar del índice completamente separado. En la comisura del tendón que los une, entre ambos huesos, hay carne sensible. La clave está en el lugar exacto entre el nudillo del índice y el nudillo del pulgar. De forma disimulada debemos presionar allí con nuestro dedo gordo (el pulgar). Deberá parecer que ese apretón es propio de la fricción que genera el juego y no una estrategia o jugarreta nuestra. Lo más probable es que el adversario al sentir este dolor –punzante como un desgarro- deje en ese preciso momento de pulsear y exprese su desencanto con la maniobra que, jamás, podrá ser tildada como trampa.
III
Por último, lo que hay que tener en cuenta para ganar la pulseada es la posición del codo. Como bien sabemos, ambos codos deberán estar en la misma línea, esto es, a la misma distancia que el oponente de los extremos de la mesa. Esta regla se rompe en todos los juegos debido a la tensión que se genera entre ambas fuerzas. Por eso, nosotros debemos estar atentos y generar esa ruptura antes que la pulseada misma lo logre. Pero deberá parecer obra del juego y no una intención nuestra. El codo tendrá que moverse sutilmente hacia afuera, es decir, hacia nuestra derecha, y lograr que su codo nos acompañe. Si el brazo del contrincante se desliza hacia nuestra derecha será mucho más fácil lograr vencerlo. De esta forma tendremos más margen para hacer fuerza hacia abajo y no hacia el costado.
Conclusiones
La clave de estas instrucciones es el disimulo. La prolijidad de iniciarlas sin ser vistas por el contrincante es lo que facilitará una victoria segura. No importa el tamaño de los bíceps del enemigo ni el diámetro de su mano ni el grosos de sus dedos. Sólo hay que pensar minuciosamente cuándo comenzar a ponerlas en juego. Eso sí, siempre que el vello corporal del brazo del oponente lo permita.