¿Qué haríamos si escucháramos sonar la puerta y al abrirla nos encontráramos con un misterioso hombre que se presenta como Belcebú, sentado en el living y dispuesto a charlar? Allí, en una habitación perdida de alguna ciudad, un sujeto cualquiera negocia mano a mano el destino con el Señor de las Tinieblas. Tentarlo es la clave, pero hay que ver hasta dónde mete la cola.
Por Quique van der Molina
Living de una típica casa de clase media. La tarde se está yendo y la noche cae con ferocidad. José lee el diario Clarín sentado en su sillón. Detrás suyo el hogar encendido y un enorme cuadro naturalista. Tocan la puerta.
José: Mira el reloj. Se levanta sorprendido. Abre y se encuentra con un tipo elegantemente vestido, con saco y camisa roja. ¿Si? ¿en que puedo ayudarle?Diablo: ¿No me reconoce?
José: No, la verdad que no. Disculpe.
Diablo: Ya me lo esperaba.¿Por qué tanta indiferencia? Si yo se que me esperaba.
José: Notoriamente confundido. Disculpe,señor, la verdad que no lo reconozco y yo no esperaba a nadie.
Diablo: Se mira. ¿Será por la pilcha? No quise venirme con el traje del trabajo para no andar por la calle llamando la atención.
José: ¿Perdón? ¿De qué traje habla?
Diablo: Bueno, la ropa del trabajo… como cualquiera. En realidad yo le digo disfraz porque, le soy sincero, me siento disfrazado cuando lo tengo puesto. Aparte, ahora cualquiera se pone mi traje… ¡Se perdió el respeto!
José: ¿Qué traje? ¿De qué trabajao usted?
Diablo: ¿En serio me lo preguntas? (Asombrado, como si escuchara algo inverosímil). Che… no me hiciste pasar, ¡Qué falta de decoro! Dale, invitame a pasar y charlamos adentro. Esta muy fresco aca afuera… Se manda a la casa confianzudamente. ¿No te molesta que te tutee, no?José: Desconcertado y algo desconfiado. Pase… pero, ¿me va a decir quién es?
Diablo: Soy yo, José, el diablo, el Rey de las Tinieblas, Lucifer… pero me gusta más que me digan Mefistófenes (se pone en actitud explicativa) le da ese perfil clásico. Además,lo hizo famoso Goethe y yo soy un gran admirador suyo.
José: Entre sorprendido y suspicaz ¿El diablo? ¿Y qué hace acá? Vestido así… Lo recorre con la vista.
Diablo: Bueno, no seas despectivo… Mientras camina y se sienta Además, ya le explique lo del traje… Permiso, pero estoy fundido, ¡no te das una idea lo largo que se hace el viaje!
José camina y se sienta en otro sillón.
José: Suponiendo que usted sea efectivamente el diablo…
Diablo: Interrumpe. Mefistófenes, le dije. Seré el diablo pero también tengo derecho a la coquetería. Aparte, cómo es eso de suponiendo… ¿todavía no me cree?
José: Es que el aspecto… me lo imaginaba diferente.
Diablo: Sí, ni me digas… imaginabas al engendro rojo, con cuernos de cabra y piernas de caballo… no, ese es un invento de la mitología. Agobiado. ¡No sabes los problemas que me trajo! Ya no me cree nadie que yo soy el diablo. Me ven así y como no parezco el del mito, no me creen… me obligan a realizar algunas maldades para comprobarlo… algo ciertamente desagradable… Se interrumpe. ¿Tiene algo para tomar?
José: Si… No sé… ¿Qué quiere?
Diablo: ¿Chocolatada, puede ser?
José: ¿¡Chocolatada!?
Diablo: Desafiante, como herido en su orgullo. Sí, ¿algún problema?
José: No, solo que pensaba que usted… como diablo, tomaría otra cosa. Revisa y no encuentra. No va a ser posible… no hay.
Diablo: ¿¡No tiene chocolatada!? Deme un wiskhy entonces.
José confundido lo prepara y se lo alcanza. Se vuelven a sentar.
José: ¿El tripode y la capa son ciertos o también son parte del mito?
Diablo: ¿Lo ves? Ustedes se la pasan intentando que la realidad encuadre con sus mitos. ¡No hay caso! Se pone adusto de repente. Pero sí, el trípode es verdad. Lo uso para intimidar un poco, porque si no mucho no se asustan los reos.
José: ¿Y la capa?
Diablo: La capa… Se queda pensantivo y ríe. ¿Usted piensa que en el infierno puedo andar de capa?
José lo mira desconcertado.
Diablo: Le voy a contar como surgio eso. En realidad fue una apuesta. Resulta que hicimos un pequeña fiesta de disfraces… algo modesto, para pasar el rato, no mucho… ¡No estamos en el cielo! y uno de mis servidores me apuró. Yo me disfracé de Drácula y me dijo que si no me animaba a presentarme así en un par de trabajos… bueno, no sé como corrió el rumor pero la cuestión es que todos los mortales ahora piensan que uso capa, pero no…
José mira asorado.
Diablo: Disculpa… ¿vos estás solo acá?
José: Con cierto terror. ¿Por qué?
Diablo: porque si no tenemos que irnos a un lugar donde estemos solos.
Jose: ¿Por qué? ¡Fue usted quien vino a mi casa! ¿Qué vino a hacer?
Diablo: ¿Estas solo?
José: ¡Si! ¡Estoy solo! ¿Qué pasa?
Diablo: Eh… tranquilo, José. No pasa nada, no te conviene ponerte nervioso. A fin de cuentas, no te olvides que soy el diablo.
José: No sé…
Diablo: ¿Todavía con desconfianza?
José: Y… usted mucho no parece al Hombre del Mal. Mírese… no es muy intimidante… hasta creo que podría golpearlo ahora mismo sin mucho esfuerzo.
Diablo: No me ofendas… yo en ningún momento trate de insultarte. ¡Y mirá que tengo cosas para decir! De cualquier manera, no se deje llevar por habladurías.
José: ¿Habladurías?
Diablo: si, eso de el Hombre del Mal… ¿De dónde lo saco?
José: Es lo que todos dicen de usted.
Diablo: Rezongando. Cómo lo difaman a uno… se dicen cosas con tanta mala intención… también se dice que el hombre no llego a la Luna o que Elvis nunca murió… ¡Hasta dicen que Dios tiene barba y es viejo! Larga una carcajada estruendosa.
José: Sorprendido. ¿¡Qué!? ¿No es así?
Diablo: Que el hombre llego a la Luna… francamente, no lo sé. ¡viste como son los yanquis! Lo demás es puras mentiras.
José: ¿Dios no tiene barba?
Diablo: No… tuvo, pero cuando era más jóven y estaba atravesando una epoca de rebeldía… como todos. Fue la epoca de Cristo y esas cosas, dónde quería enviar un mesías a la tierra que revolucione el mundo y todo eso… El diablo habla con desinterés. Después se le paso y, como todos, se volvió más conservador. Aunque a veces le agarra la nostalgia y se pone rebelde.
José: ¿Qué edad tiene Dios?
Diablo: ¿En verdad le importa?
José: Si, claro.
Diablo: No tiene edad. Bah… si tiene, pero no es la misma que ustedes. Su vida se mide con otros parámetros que hasta a Isaac Newton le resultarían incomprensibles… Risueñamente. De hecho, le resultan…
José: Pero, ¿No es eterno Dios?
Diablo: Si, lo somos. Yo también, no se olvide de mí. Indignado. ¡Siempre que hablan de Dios me dejan a un lado! ¡Alguna importancia tengo en esto!
José: ¿Y entonces?
Diablo: ¿Entonces qué? ¿Mi importancia?
José: No, hombre, si Dios y usted son eternos, cómo es que tienen edad… años contados.
Diablo: ¡Y claro! ¿por qué no los tendríamos? ¿acaso piensa que la suya es la única forma de contar? Nosotros vivimos eternamente, pero nuestra eternidad no se corresponde con la de ustedes y por eso vamos llevando la cuenta…
José: ¿Y cuando comenzó todo? ¿Desde cuando cuentan?
Diablo: Desde el momento del nacimiento, el principio del Universo.
José: ¿Y cuando fue?
Diablo: ¿Usted se acuerda de algo cuando nació?
José: No.
Diablo: Bueno, yo tampoco.
José: Ríe suspicaz. Pero es distinto. ¡Usted es el diablo!
Diablo: Mefistófenes.
José: Bueno, Mefistófenes.
Diablo: No tiene nada que ver. Nosotros también nacimos, y con nosotros el resto. Igualmente yo tengo la memoria un poco frágil, me acuerdo de cosas demasiado aisladas, grandes episodios, grandes gestas, los héroes… Lo más pequeño se me pierde. Las grandes masas y esas cosas se me pierden… como a cualquiera. Dios siempre se burla por eso… dice que debí ser historiador, ¡me hubiera ido muy bien!
El diablo se para y camina hacia la biblioteca a revisar los libros.
Diablo: Veo que es lector…
José: Algo… hay muchos que los heredé, eran de mi padre… están ahí más que nada como adorno, nunca los leí…
Diablo: En voz baja. Adorno… como adorno… Saca un libro. La divina comedia… Se lo exhibe a José. Conoce… ¿me imagino?
José: Sí, el infierno, el purgatorio… no da una buena imagen suya.
Diablo: Como todos. La literatura, no me pregunte por qué, se ha empecinado en dejarme mal parado. ¡No se imagina lo que me costo conseguir una mujer! Después de todo lo que se dijo de mí, nadie me quería cerca…
José: Sorprendido. ¿¡Una mujer!? ¿usted es casado?
Diablo: Claro, tres veces. 2 veces separado y una viudo.
José: ¿Viudo? ¿Cómo viudo?
Diablo: Sí, mi mujer se fue al cielo. Superó ciertas etapas y me abandonó. ¡Pero no se intimide, hombre! Eso está resuelto, ya lo hable con Dios y él me ayudó bastante. Me dió una mano para superarlo. Aunque, en el fondo mi mujer se quedó con él. Pero, bueno, ¡viste cómo es la publicidad!
José: ¿Ustedes son amigos con Dios? Siempre creí que eran enemigos irreconciliables…
Diablo: ¡Claro que somos amigos! ¡Nos conocemos de toda la vida! Las que hemos pasado juntos… es un tipazo. tiene sus mañas, es cierto, pero cuando lo conocés te das cuenta que es un gran amigo.
José: ¿Pero no es que él es el Bien y usted el Mal?
Diablo: ¡Otra vez con eso! ¡No! ¡No es así! Eso es una historia que corrió. Alguna que otra vez asumí el papel de maldad para hacerle un favor. Pero nada más. Como todo equipo: uno a veces asume un papel y el otro el opuesto. Como los policías en los interrogatorios… ¿viste en las películas?
José: ¿A usted le gusta el cine?
Diablo: ¡Claro! Soy un hombre de artes. A veces peleamos con Dios por eso. Él es más pragmático, no le gustan demasiado las sutilezas. De todas formas, el cine contribuyó a hacerme mala fama, es cierto.
José: ¿Usted dice por las interpretaciones?
Diablo: Sí… se les puso en la cabeza eso de que soy malo… es muy injusto. Hablan de mí sin conocerme realmente.
José: Pero, ¿no es cierto eso del infierno, los suplicios, el fuego que arde y todo eso?
Diablo: Bueno, algo de eso hay. Se exageró mucho, de cualquier manera. El infierno no está nada mal. No se consiguen buenas películas y la comida no es de lo mejor, pero se la lleva bien. De hecho, nadie se ha quejado hasta ahora.
José: ¿Y el cielo, cómo es?
Diablo: Lindo, también. Pero no me distraiga más. Se pone repentinamente serio. Vine acá para hacerle una propuesta comercial. Quiero comprarle su alma.
José: ¿¡Comprarme el alma!? ¿No era que usted era bueno? A fin de cuentas, es un mentiroso… es el malvado que todos dicen.
Diablo: No le menti. Le quiero comprar el alma, nada más. Si fuera malvado me la llevaría sin consultar…
José: Queda pensativo. ¿Y para qué quiere mi alma?
Diablo: Las colecciono… ya tengo varias de personas muy conocidas, incluso…
José: Colecciona las almas… siempre pense que el diablo se llevaba las almas para condenarlas.
Diablo: ¡Eso es cuento! Las colecciono, simplemente…
José: Igual, no puedo darle mi alma.
Diablo: ¿Por qué?
José: ¡Cómo le voy a dar mi alma! ¿Qué hago después?
Diablo: Si no sabe para que se usa… ¡Ni siquiera podría decir cómo es o dónde está!
José: Es cierto… Dudoso. Pero…
Diablo: ¿Para qué querés algo que no sabés que es?
José: ¿No tiene nada que ver con la emociones?
Diablo: ¿¡El alma!?
José: Sí… con poder llorar, reír… ¡La risa es el lenguaje del alma!
Diablo: Ríe a carcajadas. ¡Qué previsibles son ustedes! ¿De dónde sacan esas cosas? ¡Quisiera conocer al tipo que las inventa! Se lo creen y después no hay quien los convenza de lo contrario. No siquiera yo… quizástenga que usar de nuevo el traje para ser más intimidante. Ustedes, los humanos, le temen a lo que es como imaginan.
José: ¿Qué gano yo si le doy mi alma?
Diablo: No sé… ¿Qué quiere a cambio?
José: La suya.
Diablo: ¿Mi qué?
José: Su alma… se la cambio.
Diablo: Ríe socarronamente. Eso es absurdo.
José: En serio, ¿Quiere mi alma? Deme la suya.
Diablo: ¿Y cómo sabes que tengo alma?
José: ¿Y usted, como sabe que yo la tengo?
Diablo: Usted es un hombre… todos los hombres tienen una.
José: Sí, pero yo soy católico.
Diablo: Y, ¿Qué pasa con eso?
José: Encomendé mi alma a Dios, vaya y negocie con él.
El diablo queda pensando mudamente unos segundos y luego reacciona con resignación.
Diablo: No… dejá, olvidalo. ¡Quiero sacar algún beneficio y comerciando con Dios eso es imposible! Mejor, sirvame otro wiskhy y cuenteme de sus amigos…
A mi me visitó… pero con menos cortesía. Un placer.