Poesía | Sorata - Por Nicolás Rosenzvaig

Pueblo del valle,
valle de las flores, el viento y las nubes,
pueblo de sensaciones,
pueblo olvidado, pueblo divino.
Repleto de cargas,
energía positiva y negativa,
cocinando al conjunto… en un mejunje.
Y así, pasan los días, y va resaltando los paisajes,
cuestas de los verdes,
ríos ensordecedores,
rocas acolchonadas y puertas naturales,
destacan lo banal.
Una tarde que no nos deja,
nos imposibilita unir los párpados,
individual y colectivamente
captamos todo lo que podemos,
todo lo que queremos… y más.
El sendero nos dirige, nos guía
empecinado en mostrar quienes lo habitan,
Agustín, el león salvaje,
drenando amor argento,
entrega su tesoro, su historia,
abriéndose a los otros
desconocidos en su territorio, su hogar.
Ya en el núcleo jamaiquino,
Quique, el inmortal
otro argentino enamorado,
enamorado del viento que va,
transmite su impalpable experiencia.
Eso dejan y esto me llevo,
poco papel y lápiz
y demasiado, tinte tornasolado.

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