Incluso cuando esta promiscua realidad nos aclara que estamos condenados a la algarabía de ser nosotros mismos y a soportar las estructuras que oprimen los deseos inalcanzables del alma; sobreviven, en los pasillos de la existencia, espacios inviolables que resguardan la pureza de la sencillez y la belleza del arte para revivir el anhelo de transformar al tiempo.
Fuimos hasta Doscuartos a escuchar las canciones subacuáticas interpretadas por Cristian Vega –cantante, guitarrista y compositor – y Lara Pellegrini –percusionista. Subimos las titubeantes escaleras y entramos.
Otra vez vinimos temprano. Somos las primeras, nos ganamos las butacas de adelante. Está todo instalado: las luces, los instrumentos y hasta improvisaron algunos asientos con almohadones de colores en el piso.
Enseguida llega la gente: tengo la impresión de que todos se conocen entre sí y de que somos las únicas extrañas. Una vez que estuvimos todos prolijitos, cada uno con su bebida en mano, entraron los protagonistas.
Debería ser un haz de luz perdido…
Canta con voz dulce Cristian y da comienzo al recital. No tenía idea de qué era lo que iba a escuchar y cuando sonó la trova, pensé en mi infancia y en mis viejos. Quizás debería haber venido con ellos.
El repertorio se divide en dos: «canciones» y «canciones inspiradas por los niños» (no para niños), grupo etáreo cuya representante esta noche es Iris, la sobrina del músico, que despierta nuestra ternura con sus intervenciones.
Debería ser la imagen del futuro, una película invisible, con actores de otro mundo…
El público es respetuoso, lo único que escucho además de la música son los ‘clic clic’ de la cámara de Eva. Estamos todos cubiertos de luz y de poesía. Sólo cuando termina una canción, los aplausos nos despiertan.
Cristian y Lara agradecen y bromean, entre ellos y con nosotros, quizás acerca del carácter improvisado del dúo. Ella se ríe con ganas, mientras diligentemente va cambiando de instrumentos. Él ajusta su guitarra y continúa la función.
Debería ser un simple ser humano, contando historias increíbles…
Mientras escucho, me doy cuenta de que las canciones de Cristian son una poesía de lo cotidiano, de lo simple e incluso, con reminiscencias a lo popular.
Como sea: hay que estar ahí, escucharlo, conocerlo y permitirse el viaje subacuático. Cuando termina el recital, Cristian se nos acerca y nos cuenta que está planeando, para dentro de poco, convocar a otros músicos con la intención de generar variaciones en los arreglos.