Acorralada en el rincón más inhóspito de la consciencia, el arte manual por excelencia resurge entre las artes plásticas reclamando por el sano lugar que le corresponde y se anima a desafiar a los imberbes e irrespetuosos que se atreven a mirar de reojo.
Mugre en las cutículas,
no es pintura, ni agradecimiento.
Es la meca del pensamiento.
Cinco dedos, cinco cuentos,
y un relajo de razones,
por las cuales perdonar.
Revindicar a la heroína,
que desde su lograda derecha,
satisface los placeres,
de una noche en recoleta.
Dureza del pensamiento,
crudeza en lo momentáneo;
nunca mas cierto, una sutileza.
Alimentándome de un intercambio,
una mano lava a la otra y al final:
todo se resuelve.
Acabado todo se disuelve,
en la pobreza o en la realeza;
cada tanto, siempre y cuando,
nadie pene por mis cantos.
Las manos acarician las aureolas que sostienen el tallo que escupirá los soldados de la procreación.