Uno se desplaza, se acostumbra a entrar y salir de lugares, respirar en distintos ambientes, busca aclimatarse, escapar de esferas e ingresar en otras, todo el tiempo está intentando el reposo. Es difícil, la expansividad de las otras entidades que lo rodean, las ondas escupidas de sus movimientos, vuelven casi imposible el reposo, que se vuelve una traslación lenta. En un momento, puede decirse que se espera. Ahí, quizás, se calcina finalmente algo del terror; las cenizas y el humo están ya en la ropa que vestimos, o en las vellosidades de la piel. Hay que esperar para saberlo.
Usted es un aventurero, lo felicito. Esperar no suele traer complicaciones, siempre y cuando uno sepa cómo hacerlo. Empecemos.
Primero, debe hallar algún motivo por el cuál esperar. Le daré algunos ejemplos: uno puede esperar a que el médico lo atienda; tal vez esperar que otra persona llegue a la cita concertada; o, acariciando la superficialidad de las esperas, puede tirar una moneda al aire y esperar a que caiga. Tomemos el primer ejemplo.
Existen esperas que deben ser provocadas. Señor, esto es importante: antes de entrar a la sala de espera, asegúrese de llamar al consultorio y pedir un turno con el doctor. Hay veces en las que conviene inventarse una excusa, por ejemplo, un golpe en la rodilla. Para esto tome un objeto contundente y golpee con fuerza en la zona mencionada (con cuidado de no romperla en exceso).
Ahora que tiene el turno, ya puede comenzar a esperar. (Emocionante, ¿no lo cree?) Haga cosas hasta que llegue el día de la cita, como ir a trabajar, alimentarse, o tal vez dormir algunas horas. Cuando llegue el día esperado, vaya al consultorio. (No se olvide de esto, es imprescindible.) Una vez allí, anúnciese en la recepción. Le recomiendo fingir una sonrisa para hacer que el momento tedioso sea más agradable. Si la recepcionista trabaja como se debe, le dará instrucciones precisas, las cuales usted debe seguir, para encontrar un lugar propicio para esperar.
Muy bien, ha superado la primera parte. Ahora viene el momento de mayor entusiasmo: ¡la espera! Si lo desea, puede sentarse; o, como muchos prefieren, esperar parado. Hay veces en que no hay opción, y hasta las personas de mayor edad deben esperar paradas (acrecentando sus dolores de rodilla, por eso no conviene golpearse fuerte); esto depende del hospital. Si logra sentarse, quédese allí. Y espere. Bien. Así. Lo va logrando. ¿Vio que no era tan difícil?
Le voy a contar un secreto: existen trucos para esperar mejor. Uno de ellos es mirar hacia todos lados, lentamente, como si le importara algo de la arquitectura del lugar o de las caras de los otros que también esperan (cuidado con generar momentos incómodos cruzando miradas). Asegúrese de recorrer cada rincón, memorice los colores y las formas de la sala. Si termina, puede volver a empezar, siempre se encuentran nuevos recovecos en la espera.
Otro truco es ir preparado con música (preferentemente con auriculares o algo por el estilo, para no atentar contra la espera de los demás) o tal vez un libro, pasatiempo más ameno y menos perjudicial. Verá, compañero, que cuando uno espera, el tiempo se transforma y es difícil de captar con normalidad.
Puede, también, de vez en cuando, revisar su reloj, pero no hace falta que piense en la hora actual, solamente debe mirarlo (detalle importante: levantar la muñeca donde tiene el reloj, cuidado con levantar la otra).
El consejo que le damos a todos los principiantes es que mezclen estas distintas actividades, pero tenga cuidado de no superponerlas, no queremos que termine contando la cantidad de letras que tiene el libro, ni leyendo los nombres de los otros médicos que atienden en aquellos consultorios.
Así, mientras usted espera, el médico hará su trabajo llamando a cada persona que haya llegado antes que usted. Si está escuchando música, reconocerá esta acción cuando alguien se levante y camine rengueando hacia el interior del consultorio.
El momento está llegando; usted, simplemente espere. Espere… Espere… Esp… ¡Ahora! ¡Salte de su asiento (ojo con la rodilla), alégrese, le toca a usted! Acérquese al doctor y estreche su mano. Luego sonría, de media vuelta, y vuelva a su hogar: Usted ya sabe esperar.
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Anexo: Instrucciones avanzadas para esperar
La vida nos entretiene con esperas menores y, sin maldad, nos distrae de la última espera. (La espera final existe.) Siempre esperamos la muerte. O ella nos espera a nosotros (pero ella no necesita aprender, porque siempre supo esperar).
Ahora que conoce aquella espera ineludible, le enseñaremos a esperarla. Tranquilo, no desespere. El primer paso ya fue dado: tomar consciencia de su inminencia y de su carácter inexorable. Bien hecho, hermano. (Aviso: Pensar en esto puede ser triste y doloroso, pero si sigue nuestros consejos aprenderá a esperarla con alegría.)
Párrafo falso: El segundo paso, una vez que ya sabe que la muerte llegará en algún momento, es pensar en ese momento. Si le cuesta, puede probar con dejar de respirar, para acortar la espera. Eso: deje de respirar. Quédese quieto, bien quietito. Eso es. No se mueva, mire un punto fijo, no respire… Espere… Espere así, bien quietito hasta que le llegue la muerte… Espere… Espere… Espere…
Párrafo correcto: No, hombre. Respire. ¡Viva! Respire. No piense en el final, sino en el momento presente. Tome consciencia de que el único tiempo que existe es el presente, porque el presente es un instante eterno. Entonces, ¿quiere desperdiciar el único instante que tiene? Lo invito a pensar en cómo aprovechar al máximo este presente continuo. Le presto algunas ideas: Si le gusta el sol en la cara y los mates en la vereda, salga afuera y siéntese debajo de Apolo, de ese bello Sol, para que lo abrace con sus rayos. Si le gusta conversar, busque un tema que le interese y luego un interlocutor al que también le interese aquel tema (un dia-logos viene bien para elevarse), puede localizar algún amigo, visitar a un vecino, o marcar algún número telefónico (pruebe números al azar, nunca falla). Si le gusta experimentar aventuras tome un buen libro y acompañe al autor por el camino que aquel trazó para usted. Un buen libro siempre es una aventura; pero, si lo desea, puede salir a la calle y vivir la suya propia (el instante de alegría que viva se escribirá por sí mismo, con trazo indeleble, en una hoja inmortal). Estos son simples ejemplos. Ahora necesita buscar aquellas actividades que más se acomoden a sus gustos.
¿Pensaba que era más difícil esperar la muerte? No. Debe apaciguar el temor a lo desconocido ponderando todo lo que pueda distraerlo del dolor, y buscar alimentarse de sus sueños y de sus pasiones. Si sigue estas instrucciones, el temor a la muerte se disipará y dará paso a la profunda alegría de vivir cada instante, no como si fuera el último, sino como si fuera eterno.