Dónde quedan los límites de lo vivo, hasta donde se extiende la palabra escrita, cuánto queda de ella estampada, cómo le sigue, a una anotación, al papel, al puño y la letra, la poesía; cuál de los intentos inaugura una experiencia artística, por qué es necesario recrearlas, darles lugar, considerarlas. Todo eso entra en un libro o en una lectura. Bastante más es lo que lo excede.
Por Regina Cellino
La literatura y su presente
«Estuve pensando en lo que me dijiste una vez: sobre una obra ambiciosa. Me gustaría poder hacer obras no materiales, no íntimas. Salirme de ese tamaño: cosas efímeras, inabarcables, misteriosas, silenciosas.» Esta declaración poética pertenece a Georgina Ricci, una de las artistas que forma parte de este «muestrario» de pintores, fotógrafos, cantantes, que incursionan en la literatura: Darío Ares, Hernán Camoletto, Claudia Del Río, Escuche y repita, Julio t., Federico Leites, David Nahon, Virgina Negri, Lila Siegristy y Ana Wandzik. En el prólogo, Irina Garbatzky enmarca y contextualiza los proyectos artísticos en los que cada uno de los artistas devenidos escritores participa. La compiladora nos presenta textos (fugas de poemas, diarios, canciones, frases sueltas) que expanden los ámbitos del arte «en el cual la literatura emerge, casi como un efecto» (Garbatzky, 9). O, como escribe Ricci, son escrituras que salen de lo convencional del campo literario y, en ese escamoteo, se vuelven efímeras, inabarcables, misteriosas.
Garbatzky nombra los textos de esta colección como «no-textos de artistas», que surgen en la práctica del arte de manera
artesanal y amateur, «un aficionado curioso que se vuelca empáticamente hacia el afuera y lo otro, a partir de la imaginación» (Garbatzky, 12). El amateur-artesano se contrapone a la figura del profesional de las letras. Así Virginia Negri lo materializa en la poesía: «el día que escriba el mejor poema/si alguna vez pasara/que justo yo, /amante de la mala poesía, /escribiera la poesía más increíble de todas, /si eso pasara…/vos, poesía/ ¿me abandonarías por alcanzar la perfección?». Y, en el mismo sentido, Julio t. afirma que «al final, /con desazón/, enterarnos al saber/que la poesía es/nada más/ubicar/una/palabra/debajo/de/otra/otra/vez.». Hay un acercamiento casi impertinente a la literatura que la vuelve vital en el sentido de Deleuze (1993): «escribir es un asunto de devenir, siempre inacabado, siempre en curso, y que desborda cualquier materia vivible o vivida». Con la escritura, estos artistas devienen otra cosa más que artistas: escritores sin pretensión de ser escritores.
Asimismo, muchos de estos escritos integraron anteriormente acciones de arte o performances, en las que la letra no estaba como un acompañamiento de otros soportes (fotografía, video, pintura), sino como parte vital de esas construcciones artísticas. En el libro, las escrituras se convierten en registro, contracara de lo instantáneo. A lo largo de la lectura, parece que asistimos a una exposición silenciosa de una performance en donde la letra ha tomado protagonismo pero, sin embargo, percibimos que nos faltan los demás elementos de la composición: una canción, una fotografía, una escultura, etc. O esta falta de aprehensión total es un síntoma de que nuestros modos de lectura se han vuelto anticuados.
Expansiones es la celebración de la literatura sin privilegios, que hace estallar fugazmente los recintos sagrados de las letras (la academia, la crítica, los congresos) y, al mismo tiempo, se instituye como una estrategia de producción que desplaza las fronteras entre las diversas disciplinas artísticas. Enteramente contemporáneo, este libro es una de las posibles respuestas a la pregunta por el estado o lugar de la literatura en el presente: frente a los vaticinios del fin de su tiempo, la literatura sobrevive y se afirma en el mundo contemporáneo en la expansión de sus límites.
Irina Garbatzky (Comp.): Expansiones. Literatura en el campo del arte. Rosario: Yo soy Gilda Editora, 2013. 174 pp.
