Hay galpones donde las sustancias se reproducen. Se estiran, se desdoblan, se disuelven en agua y se tragan. Después se chupan los dedos, se relamen unos a otros la transpiración, para volver a meter lo que salió. La sustancia es pastilla, cartón, polvo o simple humo. Está, no la crearon. No hay laboratorios, marcas, empresarios. Nada más ganancias.
En la era del fármaco
no me excita tu tecito new age
ni que escuches Wagner
con asombro cataléptico.
En la era del fármaco
se construyen monumentos
–literalmente viscerales–
al gran pastel de químicos
que ahuyenta a la muerte
con tabletitas bañadas en aluminio;
instalando cámaras en cada órgano
y un zumbido que aqueja
tan sólo con el tacto.
Es la era del fármaco
y no nos importa si el cielo está gris,
o si cae nieve infectada.
Es la era del fármaco
y del sol, si aún existe,
nos protegerán las pastillas,
reanudando el ciclo del reptil.
En la era del fármaco
se necesitan camiones llenos de estómagos
y androides que escupan recetas,
en los rostros de la gente que camina la calle,
buscando la gema mística y poderosa que alucinan:
«se encuentra en alguna parte
del mundo no televisado».
Pero no hay otro mundo que el televisado
y si la película no es yanqui
y con muchas explosiones
no sirve,
sólo sirve la repetición constante,
la explosión inmediata de células,
la exploración del espacio
y nada más.
En la era del fármaco
nos devolvemos Hiroshima
y en los campos del recuerdo
sembramos analgésicos.
You have observed very interesting points! ps nice site.Raise range