A veces se da al revés. Están los días en que no te baja una idea,
y pretendés no levantarte hasta que aparezca la inspiración y se transforme en esa puta que haga lo que pedís, hasta que se te vayan las ganas, hasta que dejes de inspirar, o de respirar, o incluso de esnifar musas que ante cualquier distracción, coagulan y empiezan a trabarse en algún caño entre tu nariz y tu neurona. Entonces se cansan y se van, así como llegaron. A veces se da eso, y a veces, se da al revés. Se da que ellas, las esnifadas, vuelven, ya sabiendo por donde entrarte, pero esta vez gratis, a suplicar que las recibas, que las lamas, que las escupas, húmedas, sobre un papel salvaje y a mano alzada, pero vos das vueltas, y vueltas, ante su urgencia de viajarte y llenarte toda neurona, porque sabés que lo único que hoy traen, es negro y tristísimo, y es por eso que te negás terminantemente a sentar el culo en la silla, que hoy tiembla y te expulsa como maleficio. Pero es inútil, porque esa historia que te atravesó en este tiempo, ya te pasó, ya está escrita hasta en sus comas por sí misma, y fue parida por tus musas aunque vos no estés, aunque vos no quieras hacerte cargo de que esos también son tus hijos, y son horribles.