Poesía | Secuencias de mayo - Por Hugo Diz

Ha ido gente, va, seguirá yendo.
Canastos, bolsos de nylon, huecos
más o menos
estandarizados a la zaga.

A la zaga
una remolacha forcejea,
el apio forcejea con la remolacha
la señora con los verduleros.

Ha ido gente, va, seguirá yendo.
Ha ido un padre con un niño rubio.
Ha ido gente, va, seguirá yendo.

Míranse, háblanse, dícense cosas
si conocerse
o conociéndose
o amándose,
míranse
como perdidos o encontrados
míranse buscándose.

Mírese desde el piso duodécimo la ciudad;
véase cuanta gente ha ido, va, seguirá yendo
al hormiguero comercial, truquista, colorido.

Míranse, háblanse, dícense cosas.
Algunos se conocen.

Nadie se conoce
y parece que sí
que se conocen.

Era, súpose, un día de Mayo, el 17.

El sol, rojizo, no cae por soberbia.

La ciudad, véase, es sobresaltada,
hora de cese de tareas, de los vespertinos,
véase, hora de bajar las persianas; así pasa
en los cines, el fin, las luces
que se encienden
algo parecido
sucede en todas las ciudades.

Aquí en la olvidada, en la mercantilista
en la autofundada
diríase
es la hora de llegada.

Únese en la ciudad atmósfera, indignación.
-Ellas no se conocen-

Hay gente aquí indignada, véase hombres
y mujeres, niños de brazos, niños de mama todavía,
véase comunión
de hombres y mujeres
indignados.

«¡Han muerto un Compañero!»

Véase comunión
de hombres y mujeres
indignados.

«¡El compañero tiene la palabra!»

Dícense cosas
denúnciase una muerte.
Pocos escuchan lo que dícese
todos entienden lo que dícese.

Era, súpose, un día de Mayo, el 17.

Algo
se mueve entre la multitud
se mueve como tortugas filmadas
a 8 cuadros por segundo, algo se mueve,
una marea de brazos, una marea pétrea
enlutada.

Son dos mil?
Tres mil?
Cinco mil?

Amas de casa dejan a su marido sin cena, dejan
los bancos los bancarios, los ferreteros las
ferreterías.
son dos mil?
Tres mil?
Cinco mil?

Míranse
háblanse
dícense cosas,
algunos se conocen.

«¡Ha muerto un compañero!», «vamos
a quedarnos aquí, de brazos cruzados?
no, compañero, no.»

Era, súpose, un día de Mayo, el 17.

Alguien dice que vienen
montados a caballo,
alguien dice que escucha
que son detonaciones,
alguien dice que tiran:
-es para intimidarnos-
alguien dice ordenando:

«Hacer frente, carajo»

Se hace frente
se corre
se atropella

se insulta
se pisa
se apedrea
se patea
se escupe
se desgarra
se corre
hay un encierro
se corre;
hay otro encierro
se busca
hay una galería
se internan:
sin salida.

Era, súpose, un día de Mayo, el 17.

Hace eco
un estampido
en el corredor si salida, un policía
dispara por disparar, tira por valentía.

El ruido paraliza.

Mientras la muerte deja color espeso,
el color espeso un nombre,
el nombre una bandera.

Era, súpose, un día de Mayo, el 17.

Ha quedado en algunos lugares
ropa caída, un zapato, sangre,
madera mitad marróno mitad negra,
maderas humeantes todavía, húmeda,
ojos irritados todavía, húmedos.

El silencio deja oír:
un perro gime, llora, se lamenta a lo lejos
un ford ronronea acatarrado, perdiéndose

¿Cuántas puertas
se abrieron oportunamente?
¿Cuántas respondieron
a febriles llamados?

Una madre pide por su hija
un padre pide por su hijo
100 madres piden por sus hijas,
100 padres piden por sus hijos,
una madre pide por su hija
la jefatura local
no atiende, no trabaja,
un padre pide por su hijo
la jefatura local
no atiende, no trabaja.

La radio
comunica un comunicado:

«Por un hecho fortuito, involuntario
perdió la vida un joven estudiante.»

Duérmese la ciudad olvidad, mercantil,
duérmese cuando amanece, duérmese al mediodía
duérmese tranquila bajo el sol, sol
tranquilo de Mayo.

Un jeep, suena una sirena, patrullan
las calles perros y metralletas. Mientras
la ciudad
duérmese tranquila bajo el sol, el sol
tranquilo de Mayo.

Apesta una infección, la peste pasa
vestidos de civil, preguntan.

Los mismos que golpearon, los mismos
los mismos que mataron, los mismos
vestidos de civil preguntan.

Era, súpose, un día de Mayo, el 19.

Luce
deslucido
el national city bank
el alquitrán en una cabellera colgante
luce
un mamarracho
el national city bank,
el bronce fue tapado, el bronce
de las puertas
y de las ventanas,
quísose
tapar el dólar, más véase, el dólar
es un gato salvaje; se defiende, es defendido,
el dólar es un gato panza arriba, se defiende,
es defendido.

Era, súpose, un día de Mayo, el 20.

Dícese, no lejos de aquí el viento mece
unas hojas débiles, no lejos un obispo
corta papel higiénico, no lejos unas hojas
amarillas, secas, tocan tierra, no lejos
un botón oprimido arrastra cosas.

Ha ido gente, va, seguirá yendo

Un multitud decorosa mírase
sin hablar, háblase sin mirar
la multitud dícese cosas sin hablar.

Una patrulla pasa
a chorros moja
con agua tinta
roja.

¿A otros han querido manchar?
¿Han querido quitarse de sus ropas
el color espeso, incomprensible
de la víspera?

A chorros moja
con agua tinta
roja.
Los que miran, los que son mojados
ignoran
el agua tinta
roja.

Algo
prepárase en la tarde; el sol cae,
no se sabe
algo trae la oscuridad, una multitud
apacible, pulcra, inofensiva, viene y va,
mira y sigue
algo trae la oscuridad
no se sabe; algo viene.

Era, súpose, un día de Mayo, el 21.

Los bancarios han dejado los bancos,
los ferreteros las ferreterías, los
tenderos las tiendas

Diríase
que un aire de revuelta
que un aire de rebelión
viene y va,
mira y sigue.

Un grito toca tierra:
¡Una columna avanza desde el río!

La calle del paseo obligado efervece.

Paso a paso avanza una columna que
viene del río, una columna humana
que viene con hombres y mujeres
desde el río.

Traen
troncos
maderas
líquidos
escondidos

Van paso a paso
estrechando filas

Es angosta la calle
quizás angosto el río.

Véase
véalos
cargando fósforos y vocales
fósforos y líquidos,
troncos y botellas,
la mayoría entonan estribillos.

Véase
véalos:

-Oíd el ruido de rotas cadenas
ved en trono a la noble igualdad-

En la noche bajan de los edificios,
otrora, en la invanción, aceite hirviendo.

Era, súpose, un día de Mayo, el 21.

Una sirena taladra los oídos, lanza gases,
a lo lejos disparos, más cerca disparos,
la peste trata, intimida, la peste cumple.
Míranse sin hablar, háblanse sin mirar,
dícense cosas, ordénanse…

El gas
hace llorar
solamente.

La peste trabaja encarnizada, no vacila,
los palos que da son palos que reciben.
La peste no entiende esta batalla, a sus
armas de guerra le responden zapallos,
botellas, zanahorias; la peste retrocede.

Véase cuántos
con sus papas, sus piedras.

Leña vuelve a juntarse, un fósforo, una llama.
Véase, la lucha es fuego, maderas, barricadas,
el pueblo tiene armas
que son juego de niños
esferas coloreadas.

Mírese nuevamente, véase caballos rodar
como patinadores ebrios, véase jinetes
lamer el asfalto, véase también
sablazos
tajear, descoyuntar,
machetes,
machacar, conmocionar,
gomas
reabrir
heridas casi nuevas.

La ciudad tranquila véasela entorchada
en cada esquina, véasela brillante, luce
un fuego púrpura, azul, violeta, que llamea.

Era, súpose, un día de Mayo, el 21.

Al enemigo véaselo al resguardo
al teléfono, en la retaguardia, mientras
sus autómatas: la peste
rapta, golpea, tortura o asesina legalmente.

Cumplen órdenes:
«mata antes de que te maten»
«dispara antes que te disparen»
«golpea antes de que te golpeen»

La peste cumple órdenes
que son casi placeres.

Mata antes de que los maten,
dispara antes de que les disparen,
golpea antes de que los golpeen.

Véase caballos rodar como patinadores ebrios,
véase jinetes lamer el asfalto, véase también
pistolas disparar.

Mírese aquí
mírese atentamente
mírese a 24 cuadros por segundo:

Era, recuérdese, un día de Mayo, el 21.
Un niño retuérsese y cae,
un calor derrítelo, voltéalo,
el niño sólo corría, temía no volver a su casa
a la fábrica,
el niño que no vuelve
a su casa, a la fábrica.

Qué índice
de qué peste
de qué matriz salido
puede oprimir así
el gatillo?
(hay dos muertos y heridos dice el
informativo, no dice asesinados casi
en nuestras narices)

La teletipo informa a Buenos Aires:

«Una bala, al parecer perdida, ha
dado muerte a un joven de sólo 15 años»

Era, súpose, un día de Mayo, el 21.

Tómese lo pasado, reconstrúyalo,
véase normalmente, humanamente
véase a 16 cuadros por segundo:

A muertes impónesela calma, a muertes.

Aquí créase un vapor, una calma mortuoria
llueve una calma apenas, enterrar los caídos
esconder, rescatar los heridos, otras tareas.

Algo efervece en otras latitudes.
Aquí esperábase ciudades solidarias.

Los muertos han muerto
para el registro de personas,
dícese que para los periódicos,
dícese que para los semanarios que
han impreso sus nombres, sus fotos:
Los muertos ha muerto para ellos.

Aquí esperábase ciudades solidarias.

Los muertos, cuéntase, resucitan.

Ahora, sábese quién es el enemigo.

El enemigo es uno, tiene esbirros,
cerdos de buen tamaño, casi humanos,
los muertos, cuéntase, resucitan
de una y otra muerte, y de todas las muertes resucitan.

Presúmese inminente la caída del fuerte,
el labio leporino, el férreo, el inmutable.

Ahora, sábese, quien es el enemigo.

Aquí
llueve
una calma mortuoria.
La mercantilista, la olvidada
la autofundada, duerme.

Ahora, sábese, quién es el enemigo.

Alguien despierta por los muertos,
por los otros que duermen, dícese
que la ciudad
céntrica,
es una hoguera grande
luminosa.

Aquí
comienza,
la lucha continúa.

Rosariazo | Fotografía: Carlos Saldi

 


* Manual de Utilidades, de Hugo Diz, 1972.


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