1.1 La crisis y sus retazos:
Hace unos días le pedí a mi vieja que me cuente algo de diciembre del 2001, que me enseñe a surfear las crisis. Mamá me dijo que no se acuerda de nada porque en ese momento estaba separándose de papá. Ella no puede hablar de la crisis porque la partió al medio. Yo no puedo recordar donde estaba porque tenía cinco años. No recordamos con la memoria, más bien reescribimos la Historia con lo que nos queda de ella.
Las horas de Macri pasan como un licor espeso. Tengo un cuadernito en el que voy contando los días como un preso en la pared. En el trajín me pongo en modo resistiendoconaguante. Berretín K. Resabios de un 2008 inconcluso. Hago anotaciones estrafalarias, intento prever el futuro y vuelvo a leer apuntes viejos, ideas pianta votos, pensamientos descuidados.
«Ministerio de la Venganza. Línea de cuatro: Boudou, Milagro, Samid y el Pity Álvarez». Me río avergonzado mientras dejo caer una lágrima. Algún día voy a hacer un compendio: «Las anotaciones que me salvaron del macrismo»
El aire de lo cotidiano está denso y cae mal. Hay una rarificación en el discurso y en la agenda mediática. De golpe los medios quieren licenciar en Economía al electorado. Un compañero una vez me dijo: «Los economistas de la tele son inentendibles, las únicas economías que conozco son la de panzas vacías o la de panzas llenas: en la que se come o en la que no se come».
El nervio óptico está agudizado. Las calles del centro de la ciudad son un híbrido entre el mundo comercial de unos y el mundo de subsistencia de otros. Tarjetas de crédito. Pibes descartables. Mi analista me dice que tengo que empezar a disociar mis propios pensamientos de la incertidumbre social. Imposible hermana estoy débil de crisis le digo.
Hace unos días agarré el celular y le mandé un mensaje a uno de esos amigos a lo que uno recurre cuando ve que el país se está yendo a la mierda (me gusta decirle amigo aunque esté rozando casi los sesenta años).
Respondió con un audio de WhatsApp: «Ustedes tienen que crear los anticuerpos a este sistema, ustedes tienen que decirle Nunca Más al neoliberalismo, ellos van a volver cuando ustedes sean grandes y tienen que estar preparados». Lo escucho entre líneas: tranquilo pendejo que hay futuro.
Hay que calmar esas ganas de prender fuego todo con el fuego que no tenemos.
1.2 La huella del consumo:
Ya en casa, más calmo, pienso en la tranquilidad del país normal que nos proponía Néstor Kirchner. Certezas y expectativas. Esa cuota de aire que te dejaba respirar mejor porque si hablamos de la política, hablamos de vivir.
Ernesto Laclau en el capítulo tres de La razón populista escribe: «El pueblo no constituye una expresión ideológica, sino una relación real entre agentes sociales».
Pragmatismo K. La unidad del grupo es el consumo y para consumir hay que tener derechos. Parafraseando a Carlos Godoy en su Escolástica Peronista: «Todo lo que sobrevivió al menemismo es peronista». En Argentina ningún gobierno sobrevive al consumo.
El hecho maldito de un país burgués es la pelea por el consumo. La familia vacacionando en Mardel, la nena festejando los quince con un vestido de tul fucsia y papá tarjeteando su aguinaldo en botellas de Navarro Correa. Nada más y nada menos. Los ’90 remasterizados son para los argentinos, lo que el gol de Maradona con la mano es para una gran mayoría del país: nadie lo quiere, todos lo festejan.
El argentino respira en rollitos de billetes, montoncitos de goce que pone a dormir bajo el colchón. Sueños. Si Argentina se prendiera fuego y de golpe no existiera alguien lleno de nostalgia y satisfacción perdida, volvería a reinventarlo.
Hipótesis. No hay fuego, hay urnas. La sociedad no quiere prender fuego aquello que quiere consumir en el futuro. Revisión histórica: el 2015 está cruzando una grieta.
1.3 La plaza de la resistencia:
«El kirchnerismo más que una reflexión sobre la revolución, es una reflexión sobre la historia»
La cita que intenta reducir y simplificar la madeja de relaciones que fueron los 12 años comandados por Néstor y Cristina es del historiador, docente y escritor porteño Javier Trímboli. Recomiendo: Sublunar «Entre el kirchnerismo y la revolución»
Una docente de la Facultad una vez contó en clases cómo la crisis abría puntos de fuga: «Las crisis también dan posibilidades, por ejemplo, una vez en un paro de transporte logré que el pibe que me gustaba me llevara en su moto desde la facultad hasta mi casa», su método de encare se lo atribuyó al aumento de la nafta.
Cada grupo resiste con lo que sabe hacer condicionado por su coyuntura. De una manera contrafáctica: sin Macri no hubiese conocido a los militantes silvestres que hicieron de estos cuatro años algo más que insatisfacción.
Nuestros vínculos se forjaron y profundizaron frente a la biblioteca Juan Álvarez, con un mate y un pucho en la mano, discutiendo y debatiendo sobre política mientras recorremos nuestras carreras individuales: Derecho, Psicología, Ingeniería, Comunicación y Política.
Hoy, después de más de dos años, nos encontramos en un café todos los martes a la mañana para seguir esas charlas. La militancia es ponerle un poco de glamour a los diálogos cotidianos.
Este año, los jóvenes fumadores de la Juan Álvarez decidimos hacer algo después de secar la garganta entre tanto tabaco y palabrerío. La primer premisa y/o línea de lectura para situar esta reflexión nace de una charla que tuvimos un sábado a la mañana por el mes de marzo con Eduardo Rinesi, uno de los filósofos argentinos indiscutibles de esta época. Cassette de la militancia kirchnerista.
La idea era dialogar y debatir sobre la democracia y la libertad como categoría de pensamiento desde la dictadura hasta acá.
Sábado, nueve de la mañana. Los fragmentos de guerra de la vida diaria se miden en horarios. Mis amigos que no estaban tan preocupados por el presente me dicen: «Guacho, te quiero mucho pero es sábado a las nueve de la mañana». No los juzgo porque los quiero.
Al comienzo de su charla, este tipo de barba prominente, dijo algo así como que cada uno escribía desde la plaza que lo había marcado, haciendo referencia a que él escribía desde la plaza de la primavera democrática alfonsinista de 1983. Trayendo a otros colegas como Horacio Verbitsky del cual contaba que escribía de la plaza del atentado de la revolución fusiladora del ’55 y a Diego Sztulwark que escribía desde la plaza de la crisis del sistema político del 2001.
Mientras su discurso yiraba entre polisemia, momentos históricos y conceptos, algo quedó intrínseco entre el diálogo y mis pensamientos. Algo me dejó quieto, inmóvil, como esa tuerca que tenés que ajustar para volver a carburar. Del topus al terreno: me fui por palabras y volví sin nada. La nada existe hasta que se la interroga.
¿Desde qué plaza vengo escribiendo? ¿Tengo una plaza?
No fue fácil pensar esa plaza. La plaza que a mí y a toda esa generación que estaba en frente de Rinesi un sábado a las nueve de la mañana era la plaza de la despedida y la derrota. La plaza de una Cristina enojada y dolida que avizoraba y aconsejaba que se venían momentos difíciles pero que ella se iba por un tiempo. Algunos muchachos de ojos celestes tienen que tomar nota: Cristina no retó a nadie, se comió todo el dolor junto.
La plaza de unos pendejos sub20, la juventud seisieteochizada, los que nos bajamos el Counter Strike en la Conectar Igualdad, los que sentimos una épica escuchando los discursos de Hugo Chávez y ahora se nos eriza la piel escuchando las presentaciones de Sinceramente. Los Sabellistas de la política: primero Argentina, segundo Argentina y tercero Argentina. La plaza de los fanáticos de Los Redondos que sólo vieron al Indio en sus últimas andanzas.
La plaza de la que hablo, es la plaza de los que perdimos a papá en el 2010 y ese día mamá se iba andá a saber hasta cuándo. Esa plaza que tuvo cita un 9 de diciembre de 2015. Esa plaza que me obligó un día a decirle a una compañera entre vinos: «yo soy hijo de un Néstor ausente y de una Cristina con más ganas de ser abuela que de ser mamá».
Una plaza en la que al día siguiente, el personaje más oscuro de la democracia argentina se subiera al balcón presidencial a bailar un tema de Gilda coreado por la vicepresidente de la nación. Simbolismo de manual: Gabriela Michetti corea en el momento justo que la canción dice «no volverá». A veces intento humanizarlos, no caer en el odio visceral y así me cubro con alguna teoría conspiranoica momentánea: son robots programados por Illuminatis, está todo orquestado y no vamos a volver, los vamos a tener que hackear antes que nos depriman a todos.
1.4 La ilusión inconclusa:
La ilusión del capitalismo limpio y sin víctimas de Cambiemos está tirando sus últimos manotazos de ahogados y Pablo Touzon dice: «A la microsegmentación de Cambiemos la mató la macrorealidad». Los bots de Hurlingham no votan. Cuando se tiene un martillo todos los problemas parecen clavos. Vale para todos. Vale para nosotros. No hay receta sin ingredientes.
El tema es que este prototipo de realidad virtual en medio de sus reajustes financieros, se lleva la vida de muchos. No hay algoritmo para curar el hambre y, por eso, tenemos tarea para el futuro, nuestro futuro.
Podemos seguir pensando la militancia y la digitalización como dos mundos paralelos que simplemente nos ocurren o podemos empezar una micro alfabetización militante para que tengamos influencia en cómo la tecnología cambia y modifica las formas discursivas. Sin datos no hay relato. Las sombras están para alumbrarlas, tenemos que cambiar la perspectiva desde la que consideramos la tecnología y el progreso tecnológico: Durán Barba existe para ellos no por nosotros.
1.5 El Acto sin plaza:
El acto sin plaza. Donde el Tío se reconcilió con mamá y le dijo que dejara a los nietos crecer un poco más. Donde no sonó ni Juguetes Perdidos ni el Himno pero vimos bajo la bandera del monumento el fin de la incertidumbre. Alberto y Cristina juntos no van a ser mamá y papá, van a ser otra cosa. El pasaje de una militancia a otra. Ser kirchnerista en la era de la moderación.
Al final de La grieta desnuda, Martín Rodríguez y Pablo Touzón escriben: «una premisa posible: construir un peronismo hecho para Argentina y no una Argentina hecha para el peronismo».
El Frente de Todos es una manta cosida con paciencia, humildad e inteligencia que a todos quiere cobijar por igual. Más resistencia civil que pasión militante. Equilibrio. Una manta estampada con unos pingüinos sureños que quiere con cierto disimulo abrazar a todos. Combinación entre cintura y empatía. Cambiaron las condiciones asociativas y somos más. En todos los sentidos: más heterogéneos, más sindicalistas, más empresarios, más intendentes, más gobernadores, más militantes, mas organizaciones sociales: más argentinos que peronistas.
La idea es terminar un período que va más allá del macrismo. Un período del nosotros en suspenso. Los fantasmas funcionan como reguladores de necesidades y deseos: Cambiemos será el fantasma de mil rostros, figurado en la muerte de las fantasías morales del kirchnerismo. Sin 2015 no hay Frente de Todos. La sociedad le habló a la dirigencia y la dirigencia le habló a la militancia: necesitamos aprender a mirar de otro modo. Cristina lo entendió todo: menos purismo son más aplausos. Fito como el artista de campaña es la síntesis del movimiento: en esta ciudad de rotos corazones yo vengo a ofrecer mi corazón.
1.6 La vida sin problemas:
Fragmentos del kirchnerismo en familia: en el 2013 con mamá pudimos hacer el primer viaje en familia que yo tengo recuerdo, fuimos a ver al Indio a Mendoza y pude conocer la nieve. Mamá se acuerda de cada uno de los detalles de este viaje. Que loca es la memoria.
To beef or not to beef, teníamos razón, están volviendo, los compatriotas están volviendo de sus exilios porque quizá el futuro no está allá, quizá ahora el futuro está acá. Decía el Indio con un gorrito estilo el Chavo del 8 soviético mientras doscientas mil personas bancaban el agua nieve.
Se vienen años difíciles pero esperanzadores. La juventud está insumisa y eso es importante. Vamos por las plazas que nos faltan y como dice Solari: «La vida sin problemas es matar el tiempo a lo bobo».