Nuestro cronista accedió de inmediato. Conocía el caso, lo había leído más de una vez. Eran demasiadas historias cruzándose. Delirios, psicosis, memorias en un personaje que acusa a Dios de querer convertirlo en mujer. Cuenta que la crónica se escribió sola porque la historia (y la obra) nunca lo dejaron en paz.
Cuerpo y afecto, el poder del lenguaje
La banda sonora en vivo de Sonokinetic en conjunto con la fuerza escénica de los actores y un movimiento lumínico acorde a las distintas situaciones, fueron preparando el clima del ambiente. El contacto con la obra fue de inmediato, enseguida me introduje en la cabeza mística y laberíntica del presidente Schreber.
Una cabeza misteriosa y oscura, que despertó la curiosidad del saber hegemónico, llena de voces fantasmáticas representadas por los miembros de su familia, donde la contención y el amor eran factores ausentes. Un cuerpo nervioso y sintomático de la opresión normalizadora de la cultura que le exigía una personificación que el mismo Dr. Fleschig, al que llamaba almicida, consideraba natural.
La maquinaria Schreber fue un cuerpo con órganos sufridos, demasiado sensible para su contexto sibarita en el que el prestigio y la imagen eran las máscaras más usadas. El cuerpo de Daniel Paul funciona como un paradigma sensible ante cada situación, haciendo carne todas las experiencias que vive. Cada palabra, cada mandato, le dejó una huella, y el señor Schreber hizo de sus perturbaciones un malestar visceral; lo sentí desbordado por el intenso conflicto entre la norma y el cuerpo.
La garantía de la función del Otro es hacer de la castración algo positivo, en condiciones electivas en que los cuerpos se conectan afectuosamente, y el niño va gestando su propia identidad. En él la figura amenazante de su padre nunca fue superada, la paternidad fue una extrañeza total, en la obra el padre aparece tan sólo una vez.
Parece un hecho que la filiación no garantiza ningún vínculo, la sangre no viene teñida de afecto, requiere de amor y paciencia crear un lazo con la otredad. En cada roce, en cada encuentro emerge un efecto y está en uno definir la forma que tendrá. Tenemos la potencia suficiente para marcar en el otro sus pensamientos y emociones. Si lo deseamos podemos inspirarlo, comprenderlo, también es posible lastimarlo o construirle una identidad esquizofrénica paranoide.
Como lo expresa Safouán: «Puesto que el retorno en lo real de lo que de este real mismo había quedado fuera de las redes de la simbolización primitiva acarrea aquí, por una exigencia de coherencia donde Lacan ve el privilegio insigne del psicótico, toda una transformación de la relación con el mundo en que consiste el sistema delirante».1
Máquina Schreber es una obra en la que uno no para de sentir.
1Safouán, Moustapha. Lacaniana 1 Seminario 3: La psicosis (1955-1956) Pág. 48 Paidós Buenos Aires 2015
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Ficha técnica
Dirección y dramaturgia: Hugo Cardozo
Actuan: Julián Badalotti, Lucas Aquino, Macarena Flores, Paula Bertazzo, Teresa Lioi, Lorena Salvaggio, Pamela Di Lorenzo, Diego Bollero, Hugo Cardozo