Con esa necesidad imperiosa
de pedirle explicaciones al tiempo
sobre un presente que no me tocó vivir,
tropiezo;
en una odisea inalcanzable, imposible
tanto como abrazar la luz
o hacerme cargo de los deseos
que fundaron las (mis) suposiciones;
y me gritan:
«Los imaginarios de tu consciencia
no son responsabilidades del destino»
A contramano de la lógica
solo puedo gritar en papel:
«que todo fue casi un sueño,
porque nadie logró dormir»
Y así nos movemos
prostituyendo al alma
entre universos intocables
para tocar la felicidad,
o al menos, respirar su sombra.
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