Oh, mujer de extraños labios
alza tu grito y deja escapar tus elegancias,
quizás merezcas otras honras aún mejores
que las simples congratulaciones
de las que somos capaces nosotros (tristes hombres).
Oh, mujer dientes de blanca seda
no dejes de avivar tu eterno grito -no te conmuevas-
que de tu alegre coraje nacerá el encanto,
y nosotros, entonces, ya estaremos obligados a estar a tu lado…