Nuestro compañero se puso a hacer memoria, volvió en el tiempo y desde ahí nos trae esta historia que bien puede encajar en nuestro complejo presente.
Por Emanuel Rodríguez
Con el permiso de los lectores, quisiera tomarme el atrevimiento de contar vagamente, (entiéndase esto como superficialmente) una parte de la historia mundial, más precisamente de la francesa, que al tener la suerte de leerla, simplemente por el placer y la curiosidad que me generan algunos “personajes” que cambiaron literalmente la historia, quedé seducido por su encanto y anonadado por su crueldad. Lo más raro que me pasó, fue que creí haber llegado a una conclusión, que quizá no sea compartida por todos los que lean este artículo, pero al menos los dejará pensando un rato en esto que algunos suelen llamar “pasado” y quizá este frente a sus ojos en su “presente” sin siquiera darse cuenta…Sin más cursilerías baratas de esas que sirven para que ustedes tengan ganas de leer mi artículo, voy a comenzar con la historia del buenamente llamado “Rey Sol”.
Pocas cosas hay que le puedan resistir”
Luis XIV -El Rey Sol-
El rey que estuvo al mando de su trono por más de 70 años desde se autoproclamación y logro ser el que más tiempo ejerció la monarquía en el viejo continente, allá por 1682, mandó a construir en Versalles (que se convertiría en la capital de Francia) en una antigua residencia de sus padres, la que sería la obra arquitectónica monárquica más importante de Europa, (en la que participaron más de 36.000 albañiles), “El Palacio de Versalles”, donde trasladó la corte y a toda la nobleza para que se instalaran allí. Si bien era un lugar que todavía se estaba terminando de construir, no debemos ignorar que era una tierra de sueños, con tres palacios, jardines, parques, galerías repletas de arte, un lugar increíble, que en la actualidad sigue deslumbrando a millones de turistas. Pero en los alrededores de este palacio, ubicado en la villa de Versalles, la realidad era totalmente diferente, allí vivía la plebe, los trabajadores que se esforzaban por largas jornadas para luego pagar los excesivos gastos del Rey en impuestos.
Todas los actos que se realizaban en el palacio tomaron el carácter de púbicos, desde el despertar del rey y la misa que se daba en la capilla, hasta las comidas, pero lo más asombroso, era por la noche, cuando se realizaba la cena del “Gran cubierto”, donde acostumbraba a cenar acompañado de las personas más distinguidas del palacio, entre ellas las damas con títulos, que solían ser muy bellas, una virtud que para el magnate era esencial. Todos gustaban de una muy amplia mesa de comidas que rondaba los 50 platos, todos diferentes y lujosos para esa época, como pollo con guarniciones, y variadas carnes rojas, y para el postre la lujuria se vestía de frutillas a la crema; entre todas estas delicias y las charlas disfrutaban de una cena que duraba aproximadamente una hora, y el dato curioso, es que delante del tablón en el que comían, los trabajadores que quizás no habían probado bocado en todo el día, pasaban caminando en fila y haciendo reverencias al rey, mientras lo observaban gozar con su gente y derrochar de todos los manjares cuyos placeres desconocían.
Como curiosidad, no puedo pasar por alto los pensamientos de las personas que vivían en el palacio y la anécdota más curiosa, fue la de una de las esposas de Luis XIV, María Teresa de España, que un día fuera del palacio oyó a los pobres pedir a gritos pan, porque tenían hambre, a lo que ella respondió a una de sus empleadas con un cierto dejo de ironía, “Si no tienen pan, que coman pasteles” (S’ils n’ont pas de pain, qu’ils mangent de la brioche). Anécdota que años después Rousseau intento adjudicarle a María Antonieta de Austria sin ningún sustento creíble.
Para resumir los últimos años de Luis XIV y redondear un poco su vida, les dejo este sencillo soneto…
El fin del Rey
Hijo del sol y del poder,
Que de grande se volvió más grande,
En Versalles vio un paraíso,
En las mujeres la gloria,
Su gangrena fue la condena,
Que dignificó su aurora.
Sin mirar hacia al abismo
Al que te hundías sin tu elegancia
Bienaventurados los sínicos
Que por error o egoísmo
Le dieron nuevo padre a Francia.
Esta historia, un tanto llamativa, un poco deslumbrante, pero realmente muy cruel, desde el momento en que la leí, quedó repercutiendo en mi cabeza, y me preguntaba si esa gente que veía las riquezas del rey, las abundancias, los lujos, las mujeres, los excesos, no se sentía frustrada o rebajada, ya que este se las refregaba en la cara día tras día. Créanme que fue un tanto decepcionante para mi darme cuenta que en la actualidad todos nosotros somos uno de esos trabajadores pobres; o acaso en la televisión no nos muestran constantemente los lujos de otras personas, la comidas que pocos pueden acceder, las personas más bellas, los autos más lujosos, prendas hermosas, artefactos modernos, el oro, y todas esas cosas a las que quizás nunca podremos acceder; más penoso aún es que gran parte de las veces nosotros admiramos a esas personas con la misma ingenuidad que la plebe adoraba al rey.
simplemente muy bueno, se nota que tiene una mirada distinta de la television, y que sabe hacer television, desde una camarita, que la acerca y ya nos da el audio para un primer plano, lo felicito esta muy bueno el articulo, pero no se olvide que la meta de muchos es llegar a ser ese rey sol. y por lo pronto solo consumen, con la mirada, o disgustan solamente el placer de ver lo que hacen y no de hacer
Alejo Mazzoti, lo espero en mi casa señor para seguir debatiendo mas sobre el tema
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