Ahora Eusebio volvió a las páginas de la novela. Si bien no obedece a los mandatos del escritor, hace de cuenta que otra vez es el protagonista principal. El escritor quiere describir cómo es el cuerpo de la mujer que acaba de meterse en la carpa con Eusebio. Pero Eusebio le responde que debería saber pintar para poder hablar de ella. El escritor no sabe manejar el pincel, de modo que decide ingresar al ciberespacio para tomar ilustraciones que le permitan hablar de esa mujer. Se comunica con Soledad Mansilla, y le pide auxilio: “Quiero crear una novela y pintar al mismo tiempo, le dice. Necesito los labios de la mujer que vos pintaste, necesito su nariz, su cuerpo. Debo convencerlo a Eusebio para que no se vaya de la carpa. No logro describir una mujer de la que él se pueda enamorar. Mi escritura es muy pobre, Eusebio ya no cree en mis palabras. Si yo pudiera describir tus pinturas, si pudiera darles movimiento, la novela en la que Eusebio actúa se llenará de vida, y Eusebio no se volverá a escapar. Quiero terminar esta novela, y que los personajes se sometan a sus páginas. Esta rebelión que encabeza Eusebio está complicándome la vida. Camino por Santiago de Chile y no veo otra cosa que personajes que se escapan de mi novela y me desafía todo el tiempo. Dicen que se aburren en mis páginas y por eso se escapan de ellas. Soledad, ¿cómo se llama la mujer que pintas tan recurrentemente?.¿Por qué se tapa los ojos?. Necesito dibujarla adentro de mi novela. Necesito que tu pincel le dé un lugar a Eusebio. Quisiera que tus cuadros se abran y que los personajes de mi novela se zambullan en ellos para que mi narrativa tenga los mágicos colores que tienen tus cuadros. Por favor, bombardeame con ellos”. Y cuando nuestro escritor termina de decir estas palabras, Soledad prepara su lanza, apunta sobre nosotros, y dispara.
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