Si mirásemos las sinergias que nos poseen, abatidos por la desesperación, abnegados cumplidores de la función sempiterna: el horizonte de la batalla es cada uno de los destellos con que la realidad ilumina la mirada y una yuxtaposición nos atrinchera en un movimiento estático, y desde ahí, con la carta diplomática, el hombre, protesta su desdicha.
No habrá un irresoluto andar
que desande nuestras penetraciones.
La modestia de esta fuerza
solo en la suya hallará el vigor
mmm coño…
Irreparable objetivo,
tan tan dulce y sabroso
mmm coño enváiname, eterno enemigo.
No menos tejido eres
recóndito material
que tu liturgia
endurezca la piedra de la vida
y compondrá las fúlgidas paredes
de aquel coño, permanente fisura.
Se elevaran las espadas de carne al unísono,
hablarán, y con erguida voz:
-¡queremos penetrarlas,
el irremontable camino
anhelamos gobernar!
Otro poema del coño: Memorias del coño