Terriblemente el diluvio cayó, mientras la mirada de los ignorantes desojaba tentativamente el destino.
Hoy el muro se hace transparente y no hay reflejo de mi cuerpo gris; solas quedaron las uvas marcando el avance de los días. Un capricho imperioso de los hombres que juegan a la infeliz inmortalidad.
La luz cambiante del regazo de un ángel deja sin asilo al hombre y lo transforma en la parte más tibia del viento; viajando, menguando y desapareciendo con la naturaleza del tiempo.
Las aguas inquietas se van sin retorno, la melodía calla repentinamente su pulso, los cuerpos impacientes no sufren más los segundos, la alfombra se extiende al paso de los libres y de repente…-de repente nace la flor-.