Manifiesto Contra | Bánquensela -   Criado el nido de serpientes, dispuestas sus reglas basadas en la sangre y el destripado, la feroz rapacidad indisimulada, la discreta suspicacia inspirada, organizados los mecanismos que perpetran la injusticia, fomentan el odio y zanjan la humanidad haciéndola ajena de sí misma, todo listo para que la matanza se disponga y se viertan las […]

 

Criado el nido de serpientes, dispuestas sus reglas basadas en la sangre y el destripado, la feroz rapacidad indisimulada, la discreta suspicacia inspirada, organizados los mecanismos que perpetran la injusticia, fomentan el odio y zanjan la humanidad haciéndola ajena de sí misma, todo listo para que la matanza se disponga y se viertan las balas que consignaran las primacías en esta selva. Nada de eso es ingenuo, nada inesperado, todo siempre negado y omitido. 

Por Levantisco Giménez

¿Sabe qué sucede?
Sucede que en esta sociedad todo está bien. Está bien que los ricos sean cada vez más ricos, que un apellido te garantice perpetua prosperidad, que tus bolsillos acumulen fortunas que no gastarás en treinta y siete vidas, que el patrón pueda – siempre pueda – ganar y sacar más de sus empleados que tienen que trabajar un año entero por 10 días de falsa libertad. Que a los seis años, como premio al compromiso ingrato, esas gotas de ocio se estiren algunos casilleros más en el almanaque.
Está bien que los pobres sean pobres pero que no molesten. Que se queden ahí, como la resaca de un mundo que les dio la espalda, como el desastre que construimos pero que no tiene por qué salir a pedir lo que desde el génesis les fue negado. Está bien que trabajen ocho, diez, doce, quince, mil horas en trabajos que no le gustan a nadie para engrosar billeteras ajenas por un sueldo que no alcanza. Está bien, además, que esos puestos los ocupen ellos. Esos, los trabajos que no quiere hacer nadie… está bien que los ocupen ellos. Está bien que nos hagan las casas, el baño, que cosan la ropa que vestimos, que peguen las zapatillas que nos ponemos y que laven el vidrio del auto que elegimos comprar.
Está bien, siempre estuvo bien, ¿quién se atreve a decir lo contrario? Está bien que se aparten, que vivan en la oscuridad, que los tapemos y que nuestros hijos no se mezclen con ellos, que están ahí, en la sombra… en los rincones donde se agrupan ‘los malos valores de la sociedad’.
Todo eso está bien, está aceptado. Son las reglas. Son las estructuras… llámele normas, dígale leyes, naturaleza, criterios, cánones, juicios, políticas… póngale el nombre que más le guste.
Lo único que está mal es que el pibe choree. Que ese que vive ahí, donde nadie quiere estar, a ese que le ofrecen los peores trabajos, a ese que las alternativas se le escapan entre los dedos como la arena una playa que nunca verá, salga a robar. Salga a buscar lo que el devenir le arrebató sin preguntarle.
Eso sí que está mal. Que el negro hijo de puta de la villa te robe. Que se rebele a una realidad que lo condena desde su gestación a una vida de mierda en la que las chances desaparecen a cada rato y tienen que acostumbrarse a vivir en el barro y la mugre que solidariamente le ofrecemos.
Está mal porque debe tener dignidad – como si la dignidad existiese: imbéciles. No hay pobreza digna, porque en la pobreza no hay dignidad, no hay lugar. Es una palabra que no puede entrar a caminar por esos pasillos porque se desangra en cada paso, se muere súbitamente hasta desaparecer entre las ruinas de lo que ese sistema dejó al costado.
¿Dónde está la dignidad? ¿En la resignación última del pobre, que debe acostumbrarse a serlo para sostener la vida de nosotros, ‘los privilegiados’? ¿Esa es la dignidad que se reclama? La que supone una postura sumisa y pasiva pese al hambre, al frío, al dolor… a la exclusión.
¿Y qué pensaron que iba a pasar? ¿Qué se puede sostener una realidad así sin arrebatos? ¿Que la riqueza no cuesta? ¿Qué para que una estructura social soporte mucho en manos de pocos, los desahuciados, los que siempre son mayoría, se van a acostumbrar a la muerte?
Voces – que deberían callar – gritan que la mejor solución es la educación ¿cuál? ¿La que le enseña al pobre a ser pobre, a no soñar en grande y a acostumbrarse a la condición que el destino esgrimió para su porvenir, o aquella que le explica al rico que habrá pobres dispuestos a trabajar para él?
Enumere ya a cuántos pibes pobres conoce – esos que nacen en la villa, en el infierno más cruel donde la infancia no existe y los derechos tampoco –que hayan visto la luz gracias a la educación. Que el colegio y los libros les distrajeron el hambre y les dieron el abrazo de los padres o los vistió.
La escuela, señores, la educación tal como se conoce, es la maquinaria perfecta que reproduce las diferencias sociales en su mejor expresión y, antes de que se le caiga el mate, le grito: los casos aislados son la excepción ¿y sabe qué? Las excepciones hacen a las reglas, a lo colectivo. Hay un universo condenado que no levantará jamás la cabeza.
Acaso es importante consultarnos ¿qué se roba cuándo hay un saqueo? Porque la discusión recae en: ‘televisores o comida’ en vez de preguntarnos ¿qué mierda pasa? ¿Por qué alguien elige ese mecanismo– donde podés salir con el premio en la mano o dentro de una funda –antes que otra alternativa? ¿Hay otra alternativa?
De verdad, pregunto. No como interrogante retórico, sino como mera duda existencial propia de una mente que no soporta el contraste. ¿Hay otras alternativas?
Y en todo caso, que la persona en cuestión elija llevarse, por ejemplo, un celular, ¿no es el logro más perfecto de la publicidad del nuevo siglo? Si el capitalismo, desde su más siniestra arista, le muestra a los sentenciados, primeramente, tres cosas: lo importante que es tener el producto en cuestión – lo necesario que es poseer dicho bien – y que nunca lo va a poder tener.
Usted lector, usted que camina por la ciudad… A usted le consulto: ¿no le duelen los contrastes? ¿No siente fuego en el alma cuándo se chocan dos realidades que están a solo tres baldosas de distancia y a años luz entre sí? Cuándo por las mesas de un restorán camina un nene de 8 años – criminal en potencia – vendiendo flores en vez de estar jugando, con la cara llena de mocos y las rodillas raspadas.
Cuándo a una Ciudad Universitaria la rodean casas con paredes de chapas y piso de tierra en la cual viven pibes que nunca pisarán las aulas. Que solo deben cruzar el alambrado para llegar, pero nunca traen un libro – y nunca lo traerán – porque vienen con un papel que explica por qué debemos darle monedas.
Sino le duelen los contrastes, si el problema es solamente el negro de la villa, la rata inmunda que le roba a usted que paga los impuestos… si solamente es así. Bánquesela, es parte de lo que hemos creado, es uno de los precios más caros que imprime este sistema para mantenernos.
Porque nos han obligado a esto, a pelearnos entre nosotros. Alguna vez Antonio Gramcsi, repasando los postulados del viejo Marx, pedía a gritos un bloque histórico que le arrebate las trincheras a la clase dominante, que impone sus intereses como los de todos asegurándose entonces su continuidad inamovible en los puestos de privilegio.
El objetivo es interrogar los focos de poder que posee el estado – garante de la reproducción constante de las diferencias de clase – y reconocer qué microdiscursos aparecen, por ejemplo, en la educación ¿A quiénes le sirve una educación planteada como tal? ¿Cuál es el poderío de la Cúpula Eclesiástica a la hora de pensar la concentración de poder en pocas manos? ¿Qué rol cumplen los engranajes culturales en estos matices socioculturales que denotan la desigualdad como piedra angular de la realidad?
El Estado, como responsable y protagonista del conflicto, se corre del eje y propone discusiones que desarticulan el foco real del problema. Al posicionarse solamente como árbitro y operar desde el poder punitivo – que acciona y defiende los intereses de la los sectores de poder – enciende el conflicto interno entre los propios trabajadores y las clases bajas aportando ‘potenciales soluciones’ que solo benefician su posición.
En fin, después de todo es necesario hacer, al menos, una pregunta más: ¿acaso lo que molesta – desde ciertos sectores de la opinión pública – es la posición de privilegio de algunos o que esos privilegiados sean otros y no nosotros? Porque si en verdad la denuncia solo es producto de la envidia por ocupar el casillero de los predilectos y no trae en su vientre un deseo real de una revolución – que apunte a dislocar las estructuras que generan el conflicto y la mala repartición de riquezas – entonces, sépalo: usted merece esta realidad que lo agobia. Bánquesela.

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  1. Lectortriste

    Detesto estas lecturas de mierda, porque lamentablemente tienen razón.

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  2. Marcos

    Me toca la desgracia de convivir con gente que necesita leer más estas cosas en vez de pedir más plomo y balas. Tal vez, a alguien se le mueva la cabeza… al menos un poco.

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