Crónicas | Los prójimos: «La vida de los demás es la vida de los demás» - Por Sofía Arnoldi

La cultura, vista como la intervención del hombre en la realidad, traza los rieles sobre los que el tiempo camina y se reinventa. Detrás del velo del prejuicio, el lenguaje y la pulsión animal atraviesan sus pieles, y mientras se devoran, florecen las ideas que pelearán por su lugar en la historia. Contra ese pasado atentan las nuevas voces que, desde sus gritos, apuestan a mover la osamenta podrida de la ortodoxia.


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La complejidad de la obra pone en evidencia la oscura sociedad en la que vivimos y la gran brecha que hay que reparar para aunar pensamientos y modos de vida. Una obra crítica desde el punto de vista de la mujer como objeto, la mujer que se queda en la casa mientras el hombre sale, una mujer que tiene sexo sólo cuando el hombre dispone, una mujer que prepara la comida y el café, una mujer que le taladra la cabeza a su marido y éste le contesta de la peor manera.

Y en el medio de todo, un asesinato, una violación, la muerte de una mujer. La obra nos invita a repensar qué rol cumplimos como prójimos cuando es el otro quien está en riesgo. Como dice una de las protagonistas: «Todos miramos, pero nadie hace nada».

Como empleados de comercio

A las 21 horas puntuales, un señor abrió las puertas y empezó a cortar entradas. «Despacio, despacio que hay lugar para todos», decía al ver gente atolondrada por ingresar y ubicarse en el mejor lugar. Con Marcos nos sentamos en un lugar estratégico, en los asientos del medio de la fila cinco.

En el Teatro Empleados de Comercio las butacas están dispuestas en escalera lo que impidió que la persona sentada adelante me tapara con su cabeza, lo que suele sucederme en la mayoría de estos lugares. Un escenario pequeño pero suficiente como para poder apreciar a los once actores que nos recibieron vestidos de blanco; las mujeres con camisones, batas y pantuflas y los hombres, pantalón, zapatos y camisa. Con el telón arriba y las luces dirigidas a ellos, se desplazaban de forma muy extraña, como si estuviesen locos, de un lado a otro, tocándose, discutiendo, mirando al público. La mejor compañía para esta escena fue la típica música teatral que sonaba muy fuerte. Cuando por fin la gente pudo encontrar su lugar y los murmullos fueron disminuyendo, uno de los personajes comienza a cantar sobre una tarima dando comienzo a la obra.

3Chusmas de vecindario

La escena transcurría en un departamento de un edificio. Particularmente, el de Hugo y Lita, que en realidad después tenían otros rostros, porque los actores intercambiaban personajes.

Todos permanecieron en escena durante la hora y media de espectáculo. Una mesa y tres sillas, un teléfono y una tarima conformaron la escenografía principal. Detrás, había de sillas y sillones donde se ubicaron los personajes que no estaban en acción.

En ese departamento se trataron temas de la forma en que vive la gente grande, como el crecimiento de los hijos y el desapego de la familia, las dietas fáciles e irreales y la culpa a las glándulas, la frecuencia del sexo a medida que pasan los años en el matrimonio, la sordera, lo insoportable que se hace aguantar a una pareja muchos años, el machismo, el miedo.

Pero lo que convocaba a todos los vecinos a reunirse allí fueron los desesperados gritos de ayuda que venían de pisos más abajo. Se trataba de una chica que estaba siendo violada y maltratada por un hombre, mientras los vecinos no hacían otra cosa que curiosear y quedar al margen de la situación, como si nada ocurriera, aun sabiendo que lo que ocurría era estrepitosamente grave.

Cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia5

El final es el esperado, es el trágico. Así como pasa en el mundo, pasó en la obra. El hombre abusó y mató a la mujer, quien murió pidiendo ayuda. Y esos prójimos que la oyeron, la vieron y lo sintieron miraron para otro lado, poniendo de manifiesto esa ceguera que nos caracteriza. La que nos convierte en sujetos cómplices: «Total, Dios nos perdona».

Las mujeres, juzgando a la chica: «¿quién habrá sido?», «habrá andado mucho de noche», «nadie la mandó a estar ahí»; los hombres, hablando de su cuerpo, su vestimenta y de la excitación que les provocaba verla en los recovecos del edificio.

De la mano del director Sergio D´Angelo, los actores transmitieron la humillación, el desprecio, la calumnia, el chisme, marcados como síntomas individuales que se trasladan al conjunto de la sociedad y se instalan cada día en un nuevo episodio.

Fotografía Nelba Cannelli

Contacto

Dirección: Sergio D´Angelo

Dramaturgia: Carlos Gorostiza

Actúan: Evangelina Bruno, Maria Caila, Carlos Chiappero, José Cordeiro, Florencia Crende, Valeria Quaglia, Lisandro Quinteros, Julia Rodríguez, Edgardo Rosini, Fátima Sadin, Barbara Spinozzi


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