Crónicas | Heroínas - La realidad, vista desde una perspectiva rizomática, propone un juego de entradas y quiebres que destruyen y elevan nuevos significados sobre una misma mirada. En esa retroalimentación sin límites, ellas, que pisan las baldosas de un presente continuo, atraviesan el tiempo y recuperan los gritos paridos en historias que se perdieron sin eco ante la sordera del mundo.

La realidad, vista desde una perspectiva rizomática, propone un juego de entradas y quiebres que destruyen y elevan nuevos significados sobre una misma mirada. En esa retroalimentación sin límites, ellas, que pisan las baldosas de un presente continuo, atraviesan el tiempo y recuperan los gritos paridos en historias que se perdieron sin eco ante la sordera del mundo. 

Por Mariel Grau Ghilino – Especial para El Corán y el Termotanque

heroinas

En los minutos previos al comienzo de la obra, ensayé imágenes de cómo y por dónde podía empezar. Es algo que suelo hacer, tal vez por ansiedad, tal vez porque en este caso, además, al no haber un escenario, o más bien, toda la sala lo era, una quedaba envuelta allí, expectante, dentro de la escena. Esta disposición, que permitía que cada espectador tuviera múltiples perspectivas, hizo de pasarela a un «desfile» de mujeres que se dispersaron y condensaron, en una experiencia simultánea de dramatismo, frescura y comicidad.

Fue en cuestión de segundos que sentí que viajábamos: ya no estábamos en el Gran Salón del quinto piso de Plataforma Lavardén, sino que una puerta imaginaria se había abierto completamente, reviviendo a siete mujeres de distintos puntos del mundo, en diversas condiciones y épocas distantes o relativamente cercanas. Viajé por tres historias, la de Grisel, la de Nina Berberova y la de Vivian Maier (la obra funciona por circuitos, lo que posibilita, si quedaste intrigado por las demás heroínas, un regreso).

El murmullo propio de los relatos que se dan en simultáneo se puede pensar como el proceso productivo por el cual diversos puntos de vistas, ideas y voces construyeron colectivamente esta obra. La carga emotiva, por su parte, demuestra que lo importante no es la crónica en sí, sino cómo se cuenta, cómo se siente. Particularmente, me gustó imaginar el fondo sonoro como el de una ruidosa ciudad, donde una mujer se desprende de las masas, te elige y te lleva a su historia. No podés evitarlo y ahora querés saber más: ¿Quién es? ¿De quién me está hablando? Con tono desafiante o amistoso, las personalidades se desenvuelven frente a tus ojos, en un encuentro casi personal. Su voz puede ser la de una protagonista, una testigo directa o bien una mujer como cualquiera de nosotras, que desde su vida, profesión, gustos y subjetividad, te acerca un relato que cree fervientemente que debés escuchar.

carlaYa no podés hacerte el desentendido. Sos cómplice de ese pasado que diseminó semillas, sembrando un presente, muchas veces, sin nombre, pero cuyos frutos revelan que alguien depositó allí su dedicación, una idea, un sentimiento, tiempo… El tiempo juega un papel decisivo a lo largo de la obra y se expresa en forma de paciencia (espera, culminación de un proceso o etapa), recuerdo (de la propia niñez y juventud, de otras personas) o en cuanto a las repercusiones que suscitan en el futuro.

Es inevitable hacer una lectura anti-patriarcal de la obra. Por la misma condición de mujer, muchas veces es necesario desatar trabas en el camino, asumir que las cosas llevarán más tiempo, tomar otras decisiones para alcanzar logros que son esperables en los hombres y silenciados en las mujeres. Por el mismo motivo no me ha sorprendido que la mayoría de los espectadores, a sala llena, hayan sido mujeres.

Simone De Beauvoir dijo: «Las personas felices no tienen historia». Esta frase me hace pensar que pese a las condiciones sociales, la pobreza, el desamor, un mundo gobernado por hombres, de guerra, estas mujeres lograron encenderse. Se encienden y nos iluminan sus voces, sus letras, sus cuerpos, sus ideas, en forma de canción, de texto, de fotografías sin revelar, de libro sin abrir… Nos seducen, nos gritan, nos persuaden, nos piden auxilio para no perderse en el olvido o en un reconocimiento pobre o fugaz.

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Las heroínas son éstas, pero el mensaje que deja entrever la obra es que podrían ser otras. Tal vez, dentro de unos años estemos contando la vida de las mujeres que actualmente demuestran su heroísmo construyendo sus historias y las de otros, inspirando y produciendo identificaciones.

El concepto de las heroínas perfectas, oportunas, justas, solucionadoras de problemas, que salvan con sus poderes el futuro de una ciudad o de un grupo de personas, es una imagen que tenemos que rever. Las heroínas son mujeres reales, con deseos, errores, aciertos, en un mundo donde a veces tienen que proteger su propia vida, y hacerla valer. ¿Se puede ser una heroína anónima? Tal vez nosotros debemos empaparnos de estas vidas y rescatar, vaya paradoja, a toda heroína.

 

Las fotografías pertenecen al sitio oficial de la obra 

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