Crónicas | La caída del tirano - La construcción simbólica ha destrozado los niveles terrenales de percepción. El sentido de pertenencia aprovechó los movimientos de la historia y se apropió del curso de la vida de esos cuerpos que, obnubilados en su fe, apuran sus pasos detrás de las órdenes del líder. Él, escondido detrás de un par de ojos que no parpadean, se adueña de las miradas de sus fieles que buscan refugio de la intemperie, sin importar el precio.

La construcción simbólica ha destrozado los niveles terrenales de percepción. El sentido de pertenencia aprovechó los movimientos de la historia y se apropió del curso de la vida de esos cuerpos que, obnubilados en su fe, apuran sus pasos detrás de las órdenes del líder. Él, escondido detrás de un par de ojos que no parpadean, se adueña de las miradas de sus fieles que buscan refugio de la intemperie, sin importar el precio.

Por Marianela Druetta Mayotto | Especial para El Corán y el Termotanque 

Otra vez me ganó la ansiedad y salí de casa a las nueve y media, aunque sabía que la obra empezaba a las diez y que el teatro me quedaba a sólo seis cuadras. Con la suerte que vengo teniendo, apenas decido salir se larga a llover torrencialmente. Tuve que ir saltando los charcos de las veredas averiadas de esta ciudad, dando saltitos de bailarina en las esquinas, para llegar igualmente con las zapatillas de lona empapadas. Entré al teatro, obviamente fui una de las primeras, le pedí permiso a la mujer sonriente que se encontraba en la recepción para dejar la campera chorreada sobre una silla, y esperé, mientras deambulaba por la sala.

La caída del tirano ILa gente empezó a llegar de a poco, pensé que a muchos los acobardaría la lluvia, pero no fue así. Creo que cualquier día amerita para ir teatro, sea domingo, martes o jueves, haya un cielo cargado de estrellas o una tormenta dibujando relámpagos.

Después de un buen rato de espera al fin anunciaban que iban a dar sala. Apresuré mis pasos para entrar por la gran puerta que se encuentra al fondo del salón, e ingresé a un espacio bravo.

Otra zona

Divisé dos cuerpos estáticos sobre otro fondo, caminé hacia adelante y me senté. Las gotas que venían desde afuera no se quisieron callar, golpearon sutilmente sobre el techo y me pareció que eran una buena música para acompañar el cuadro que tenía frente a mí. Ahí, desde la primera fila, donde suelo ubicarme últimamente en las salas, no pude sacar la vista de esas dos figuras paralizadas en ese espacio, fueron segundos o minutos, no lo recuerdo, creo que es una bendición olvidarse de a ratos de la dimensión del tiempo que solemos tener. De pronto se empezó a formar otra melodía, esta vez no venía de la lluvia que me había mojado todas las zapatillas y parte de la ropa, y me hizo tener frío durante la obra, sino que salía de las voces de esas actrices, pero me parecía que venían de otro lugar, no sé, era un canto, creo que en latín, y tenía muchos aires a religión.

Sentía que una de las mujeres me miraba a mí, quizás estaba mirando encandilada para delante pero yo percibía su mirada sobre la mía, las dos se acercaban lentamente mientras cantaban, sus manos iban y venían mimetizadas en un mismo movimiento de un lado para el otro y siguiendo ese ritual empezaron a hablar: «de hombres perseguidos por su sombra, asesinos, señores de la guerra, ridículos en su pompa». En simultáneo, se empezaron a proyectar sobre la pared del fondo fragmentos de videos de archivo, y ahí empecé a hacer algunos malabares, no sabía si oír las palabras que salían de esas dos mujeres, si mirar los flashes en donde una multitud de personas extendían los brazos saludando al führer y al instante una tropa de militares copaba las calles, si contemplar esos cuerpos enérgicos que cada vez estaban más cerca de mí, o si dejarme llevar por esas voces angelicales y demoníacas.

Esa especie de ceremonia terminó y ese clima solemne cambió radicalmente. Esos cuerpos y esas voces se transformaron, ahora todo parecía más maléfico y retorcido. Con un trago amargo mastiqué y recapitulé que los abusos del poder y la tiranía se repitieron y se repiten a lo largo de la historia.

Si bien los textos giraban alrededor de opresiones, despotismos, codicia, ambiciones, reconozco que en determinado momento mi mente se abstrajo de ellos y se centró en el trabajo físico de las actrices. Hubo una gran labor. Entre ellas: coordinación, plasticidad, equilibro, potencia, violencia en los movimientos. No voy a contar en detalle cada uno, el lenguaje corporal tiene que verse, pero puedo graficar con palabras dos de ellos y contarles que pude ver que La caída del tirano IIuna de las actrices estaba pariendo en escena y otra teniendo un ataque de epilepsia. Noté cómo la transpiración rebosó esos cuerpos y me olvidé del frío que sentí al comienzo.

Metáfora

Ya avanzada la obra, apareció uno de los protagonistas, que nació en el medio de la escena, un muñeco. Este objeto fue el rey en lo que siguió de obra. Por momentos cobró vida con su simple presencia en el medio del espacio y por otros, fueron las actrices las que lo manipularon para que eso sucediera. Ese pequeño hombrecito de pantalón y chaqueta llegó a mirarme y a contarme lo que hay dentro de esa mente siniestra. Si bien los movimientos y las energías salían de Valeria Rico y la voz de Mariana Pevi (y viceversa), admito que me olvidé por un rato de eso y pude ver y oír al déspota.

Fantástica metáfora de un tirano. Fabricado en escena por estos dos seres, pero fabricado por todo el sistema en nuestra sociedad, ahuecado, sin venas ni sangre, sin carne ni alma. No hay que olvidar que ese muñeco se puede y se debe caer.

Contacto

La caída del tirano

Ficha técnica:

Dirección: Ricardo AriasAgustina Toia
Actúan: Mariana PeviValeria Rico

 

 


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