Estoy invernando. Me metí dentro del caparazón. No se ve nada de las marcas que tuve en el pasado, de las referencias. Me estoy perdiendo en una selva, no sé cómo voy a hacer para salir. Esto es un delirio, quiero perderme del todo, y borrar algunos recuerdos. Me pregunto si podría conservar una memoria selectiva. Borrar los recuerdos que intentan sacarme de este lugar, y conservar aquellos que me llevan a la nueva tierra. Quiero tener ojos sólo para el horizonte, hasta convertirme en el sol, que es el Dios que alumbra mi nuevo rumbo. Tendré un nuevo crepúsculo, lejos de mi tierra y de sus ciudadanos.
Me pregunto qué voy a hacer el día en que caminando por esta nueva selva me encuentre con algún personaje del pasado, esos jueces que no te permiten extraviarte, sin hacerte sentir la culpa por haber dejado tu tierra atrás. Pienso que lo mejor sería alegar algún tipo de discapacidad, una defensa disimulada de mi memoria selectiva. Impostar la mirada, dejar que se vean mis ojos enloquecidos, buscando un rumbo vital que los haga desistir del juicio y la condena.
Comprobarán que me perdí. No podrán resistir: en ésta, una nueva selva, sólo sobreviven los que saben caminar estando extraviados.
Me alejé de mi tierra y de sus ciudadanos porque me sentía encarcelado. El hogar es la cárcel de la escritura.