El embrollo, que antes fue silencio, se expande sobre una construcción moral que es golpeada mediante polémicas, ancladas en temas de conversión sexual, diversidad religiosa, incorrecciones políticas y perversidad.

Cuando los trapos ya se sacan al sol, el escenario se colma de risas y llantos; el dominio se pierde dejando a los órganos del clan desbordados en ritmos y excesos. En efecto, el impacto hacia la realidad, no es más que la verdad puesta en evidencia , la evidencia y la negación son los precursores del irrefrenable deseo destructivo que se apodera de los personajes; ahora sí , posicionándolos como desconocidos, enfrentados en un presente caótico donde deberán reconocerse.

La puesta en escena se inclina hacia lo irracional con tendencias a la locura , germinada por aquella dificultad de volverse a ver, de verse y negarse , de negarse siempre después de verse y aun después, cuando el grito se transforma en carcajadas y la ironía es defensa y la burla y el chiste y el cuchillo (que pasa de mano en mano) sigue siendo esa necesidad de protección ante los ataque de la verdad , de nada resulta calmar los instintos salvajes del estereotipo familiar , salvo la culpa o el temor al castigo.

El melodrama avanza secularmente desembocando en la tragedia , los cinco anfitriones logran trasmitir sensaciones descriptivas de típicas familias disfuncionales argentinas potenciadas por el estilo negro del humor .