‘Es por acá’, me explica un pirata que se acomoda el parche y deja ver un ojo vivo tras un pedazo de cartón negro. Avanzamos algunos metros, siguiendo la recomendación de un Barba Negra de poca monta, para sorprendernos después, cuando descubrimos que detrás de una puerta doble se esconde un escenario preparado para recibir a 12 voces (y varias más también).
Los micrófonos, solitarios, aguardan entre el silencio de las tablas que los sostienen y la ausencia de los protagonistas, que saben hacerse desear. Mientras tanto, en el lugar que nos toca a nosotros – donde se agrupan los que fuimos hasta allí para ver y aplaudir, los de las sillas sin sillas – conversan casi como en un viaje al interior de un cuento de Lewis Carroll, gatos con policías, payasos con rufianes, piratas con bufones y puedo jurar (en vano) que una heladera baila con una muñeca.
Esperamos entonces, entre la cerveza fría y la expectativa que inyectan en la sangre los comentarios de los que ya saben qué es lo que vinieron a ver. Nosotros, en cambio, desconocemos la sorpresa y esa incertidumbre se vuelve magia entre las espesas horas de la noche que parecen estancadas en el reloj.
Preludio a la explosión
Finalmente llegamos al génesis de espectáculo y lo sé porque un pelado, que guarda su secreto bajo un peluquín inquieto, se hace paso entre la gente para subir al escenario. Acomoda sus lentes y jugando con el público, explica los pasos a seguir para convertirse en villano.
Tras un curso acelerado de maldad – que incluye poner una inmobiliaria, ser político, despreciar a los de abajo y aprovecharse de los más débiles – una operadora nos avisa que está en camino el certificado que garantiza el ingreso al mundo de los malos. Justo en ese instante, mientras una arenga ensordecedora se roba el protagonismo, unos irresponsables de rostro pintado caminan directo al escenario despreciando a quienes tienen alrededor.
Suben y acomodan sus capas al compás de la música que suena gracias a la percusión que nace del silbido de los platillos, el bombo y el redoblante del fondo.
Si no bailan todos, que no baile nadie
No puedo asegurar que los vecinos de la zona estén re contentos con semejante reunión, pero puedo firmar que nuestros pies prometen no dejar de moverse. Las caretas sobre la piel, los colores del traje y las sonrisas diabólicas de los artistas denotan la maldad poética que hemos venido a conocer.
En el delicado borde del humor y la denuncia, esta murga revoltosa – que sabe dónde poner la rima para que otros pisen el palito – juega desde la vereda de enfrente, sabiéndose parte de nuestra camada, sólo para exponer la miseria del alma que suele quedar escondida detrás del traje, la moral y la corbata.
Apostando hasta lo que falta, estos Vecinos/Villanos, le mojan la oreja al tiempo y proponen versos picantes que sueñan con levantar la alfombra para oler la mugre sin perder la risa.
Y en ese acto revolucionario que ofrecen delante de nosotros – a los que no nos queda más que golpear las palmas y pedir que no terminen – desnudan un universo musical que despierta con la cumbia, amaga a pisar las baldosas del rock, viaja hasta las esquinas del rap y apaga sus luces con el calor fraterno del candombe uruguayo.
Pintados y despeinados, filosos y comprometidos, Los Vecinos Re Contentos desafían entonces hasta la misma sombra a seguirles el paso – y aseguro que hasta ella a veces se pierde – en un hermoso y espectacular, pero también atrevido y picaresco espectáculo.
Otra vez el arte, que como arma madre se sube a lo más alto de los regalos de nuestra especie, pronunciándose como única vía de escape de un mundo que espera tras la puerta de salida y al que recordamos frívolo, pacato y gris. Pero allí están ellos, coloreando el ambiente y denunciando a los refutadores de leyendas que intentan apagar el fuego de la cultura y la inmortalidad del amor.
Nos vamos felices, sabiendo que sólo ha sido un ‘hasta luego’ que guarda en su vientre un regreso más pronto que tarde, para volver a sacudir el polvo que se junta en las zapatillas cuando la música se apaga y la realidad se impone otra vez sin preguntarnos.
Fotografía
Flavio Albelo – Álbum completo
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Los Vecinos, Re Contentos
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Estuvo genial, que buena nocheeee. Bravo Vecinos, hermosa puesta en escena.
La mejor Murga son los vecinos carajooooo!
Que bueno que estuvooo! Cuando lo putearon a Ma$$a jajajajaja