Hay quienes asumen el dolor como un mal que pesa sobre sus vidas. Otros, que se reconocen parte de éste, como una manifestación encarnada de una suerte previa decadente. Ninguno comprende su situación, todos carecen de respuestas. Tienen sinónimos, son capaces de analogías y comparaciones. Nada les llega o ninguna cosa se les escapa. Rebalsan o explotan o contienen algo. Hablan, por fin, como si callaran.
ACTO I
Antepenúltima sesión
Psicoanalista (Con una libreta en la mano): Dígame, ¿qué le sucede?
Paciente (Con voz monocorde): No soporto la idea de que mi padre sea mi padre.
Psicoanalista (Toma nota): Ajám.
Paciente: Me corroe.
Psicoanalista: Ajám.
Paciente: Antes de su muerte, nos habíamos distanciado.
Psicoanalista: Ajám.
Paciente: Creo que antes de nacer no soportaba la idea de que un hombre así fuese mi padre.
Psicoanalista: Ajám.
Paciente: Es decir, en condición embrionaria, pensaba.
Psicoanalista: Ajám.
Paciente: En ese período, sin embargo, los pensamientos valen poco.
Psicoanalista: Ajám.
Paciente: Usted debería preguntar por qué.
Psicoanalista: Ajám.
Paciente: De todos modos, quiero decir elípticamente que por más que el embrión opte por no nacer, nace.
Psicoanalista: Ajám.
Paciente: En fin, la idea de que mi padre no debería ser mi padre me ocasiona angustia.
Psicoanalista: Ajám.
Paciente: No es que quise acostarme con mi madre y él me lo haya prohibido…
Psicoanalista: Ajám.
Paciente: …sino que mi madre, la pobrecita, me causaba rechazo, que su dentadura estuviese careada. Falta de calcio decían los médicos: muchas cesáreas, falta de alimentación…
Psicoanalista: Ajám.
Paciente: Lo de mi madre viene a colación puesto que los padres, lo leí por ahí, rompen con la premisa universal del falo. ¿Usted conoce eso, no?
Psicoanalista: Ajám.
Paciente (Fuera de sí): Pero, ¡la puta madre!
Psicoanalista: Ajám.
Paciente: ¿Usted padece el complejo de castración?
Psicoanalista: Ajám.
Paciente: Qué lo parió. ¡Quién no lo padece!
Psicoanalista: Ajám.
Paciente: ¿Sabe? Soñé que realizaba el coito con mi hermana. La más chica.
Psicoanalista: Ajám.
Paciente: ¿Tal vez un deseo reprimido?
Psicoanalista: Ajám.
Paciente: Pero en la vigilia, estando despierto, jamás deseé a mi hermana.
Psicoanalista: Ajám.
Paciente (Afligido): A veces siento que tengo un tumor en el pecho.
Psicoanalista: Ajám.
Paciente (Llorando): No lo soporto.
Psicoanalista: Ajám.
Paciente: Dígame, ¿qué puede ser?
Psicoanalista: Ajám.
Paciente: ¿Usted me está tomando por imbécil?
Psicoanalista: Ajám.
Paciente (Tomándose la cabeza): ¿Ve? Con todo el mundo tengo problemas.
Psicoanalista: Ajám.
Paciente: Me suicidaré.
Psicoanalista (Levantándose): Bueno. Por hoy terminamos la sesión.
ACTO II
Anteúltima sesión
Psicoanalista: Dígame, ¿qué le sucede?
Paciente: Creo que dejaré la terapia. No me es útil…
Psicoanalista (Toma nota): Ajám.
Paciente: Espere, espere, ¿usted me toma por imbécil?
Psicoanalista: Ajám… (Desorbitado) Disculpe, ¿qué pasa?
Paciente: Lo único que dice es ajám. Para eso, ¿sabe lo que hago? Me acuesto en mi cama, me desahogo hablando y le digo a mi esposa que me diga ajám, ajám, ajám, ajám. Y listo.
Psicoanalista (Explicativo): El ajám es propio de la terapia. Esta onomatopeya fue introducida por Freud en 1922, en el artículo El ajám y la transferencia. Luego Lacan, en 1963, la retoma en los seminarios I y IV. Está desprestigiando mi profesión. ¿No le parece?
Paciente: ¡De ningún modo! El quince por ciento de mi salario lo destino a usted. Lo que diga Freid, Freed o Frito, no me importa. Lo único que quiero es que terminemos de una vez con el ajám. ¿Me comprende?
Psicoanalista: No podría explicarle en este tiempo que, por otra parte nos apremia, la importancia del ajám en el psicoanálisis.
Paciente: ¡No quiero que me explique nada…! (Suspira) La terapia la inicié por un conflicto paternal. No podía soportar la idea de que mi padre fuese mi padre.
Psicoanalista: Eso es absurdo. ¿Acaso usted es patafísico?
Paciente (Sorprendido): ¿Qué me dice?
Psicoanalista: Es absurdo no soportar una idea. Una hipótesis: algo que no existe…
Paciente: Sí… Es una idea. (Pensativo) La idea es idea en tanto que se funda en el lenguaje. ¡Lacaniano de cuarta!
Psicoanalista (Levantándose): ¡Usted me ha faltado el respeto! Lo invito a que se retire.
Paciente: Desde ya. Me voy. Que me viene con el cuento de que el ajám es parte de la terapia.
Psicoanalista: Retírese, por favor.
Paciente: Perfecto.
Psicoanalista (Sin mirarlo): Váyase. Lo espero en la próxima sesión.
(El psicoanalista solo. Se sienta en el sillón)
Psicoanalista (Reflexivo): ¡Será de Dios! Cómo descubrió que lo estoy estafando. Sesenta pacientes mensuales y el menos indicado, ¡me descubre!
ACTO III
Última sesión
Psicoanalista (Suspirando): Recuéstese.
Paciente: Ajam.
Psicoanalista (Mirando la libreta): Estimado, por lo que veo, usted es un maníaco depresivo. Un maníaco condenado a padecer angustia.
Paciente: Ajám.
Psicoanalista (Mintiéndole): En la adolescencia sufrió un brote psicótico.
Paciente: Ajám.
Psicoanalista: Probablemente el sueño incestuoso con su hermana que, efectivamente, se manifestó en la vigilia volviéndose a manifestar en lo que denominamos formaciones del inconsciente, le produjo una reestructuración psíquica.
Paciente: Ajám.
Psicoanalista: Lo normal, o eventualmente normal, es la neurosis. Pero lamentablemente, estimado, usted es un maníaco depresivo…
Paciente: Ajám.
Psicoanalista: ¿Qué quiero decir con esto? Que está condenado a padecer angustia…
Paciente: Ajám.
Psicoanalista: …a la falta de la falta. O mejor aún a la falta de la falta al cuadrado. Que equivale a decir a la falta de la falta de la falta.
Paciente: Ajám.
Psicoanalista (Entre dientes): Este imbécil no dice nada…
Paciente: Ajám.
Psicoanalista: La falta de la falta de la falta lo convierte en un megalomaníaco, ermitaño y energúmeno. Por lo tanto, como Sísifo, se verá obligado a fantasear una y otra vez que realiza el coito con su hermana. La menor. De allí deriva, de un deseo incestuoso reprimido, lo que usted decía: «No puedo soportar la idea de que mi padre sea mi padre».
Paciente: Ajám.
Psicoanalista: También es mi deber manifestarle que la estructuración de su psiquis, como toda estructuración, es irreversible. Se lo reitero: está condenado de-por-vida a padecer. Oiga bien: a-padecer-angustia. Repita conmigo, por favor.
Paciente: Ajám.
Psicoanalista: Diga: «ESTOY».
Paciente: Ajám.
Psicoanalista: ¡Dije que diga!
Paciente: Estoy…
Psicoanalista: «ESTOY CONDENADO».
Paciente: Ajám.
Psicoanalista: ¡Repita, carajo!
Paciente: Estoy condenado…
Psicoanalista: «A PADECER ».
Paciente: Estoy condenado a padecer…
Psicoanalista: «ANGUSTIA».
Paciente: Estoy condenado a padecer angustia…
Psicoanalista: ¡Excelente, estimado! (Levantándose) Terminamos aquí. Lo derivaré a un colega. (Le entrega un papelito) Un psiquiatra de gran trayectoria. Usted lo llama y le dice que yo lo envié, ¿de acuerdo?
Paciente: Ajám.
Psicoanalista: ¡Ah!, me olvidaba. También deberá repetir todos los días doscientas veces: «ESTOY CONDENADO A PADECER ANGUSTIA»
Paciente: Ajám.
Psicoanalista: ¡Repita!
Paciente: Estoy condenado a padecer angustia. Estoy condenado a padecer angustia. Estoy condenado a padecer angustia. Estoy condenado a padecer angustia. Estoy condenado a padecer angustia.
Psicoanalista (Estrechándole la mano): Ha sido un gusto tenerlo como paciente. ¡Siga!
Paciente: Ajám. Estoy condenado a padecer angustia. Estoy condenado a padecer angustia. Estoy condenado a padecer angustia. Estoy condenado a padecer angustia. Estoy condenado a padecer angustia.
FIN