La Playa, otra vez
Por Ernesto David Sánchez
Por Ernesto David Sánchez
Después de varios meses sin noticias suyas, habíamos empezado a preocuparnos. Nuestro compañero había dejado de contestar las llamadas. Pusimos un aviso en el diario, pero nadie nos contactó. Hace algunos días volvió, con la sonrisa rápida y una crónica abajo del brazo. Andaba por los teatros, buscando qué escribir. ¿Dónde más si no?
El primer mundo está ahí, del otro lado de la carretera. Sólo hay que cruzar la ruta para sentir la fragancia del progreso. De este lado, en cambio, sobrevive lo artesanal en una empresa familiar que pelea contra su propio destino para no desaparecer. Nuestro cronista viajó al neoliberalismo de un par de décadas atrás, se enfrentó a un pasado que se actualiza y escribió lo que sigue.
¿Cuántos años pueden vivir algunos, antes de que se les permita ser libres? Nuestro cronista se confundió en el público de una obra que construye desde la individualidad, con voces que portan cuerpos que sangran el tiempo que les queda. El sentido último (y primero) de todo lo que existe está ahí, a punto de confirmar el desengaño. Por eso, cuántos años deben vivir algunos, antes de que se les permita la libertad: la respuesta, amigo mío, está flotando en el viento.
Sobre una bicicleta en la que sólo pedalean algunos pocos, avanzan los dientes de un progreso mentiroso que trae miseria en su vientre. Endulza la mirada de los que, olvidados al lado del camino, fantasean con una fiesta a la que no los van a invitar. Y la historia, empecinada en convertirse en la piedra con la que el tiempo tropieza dos veces, se interpone en el camino para repetir las heridas y demostrarnos que no hemos aprendido nada.
García Lorca afirmó que la poesía «no necesita adeptos, sino amantes», que ataquen la quietud y la endulcen, la recorran y la desvistan en todo momento. La música sabe engatusar y conoce el camino. Se juntaron, sabiéndose parte una de la otra, en esta producción que para algunos hace bailar a las letras, mientras que otros dicen que en verdad le habla a los acordes.
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