Saló, el bendito
La belleza de una acción descompone el tiempo, despedaza su integridad y lo vuelve un instante pletórico, fundido en la exaltación de la experiencia, en la suavidad de una piel y en la dulzura de unos labios; el placer, elemento primal, traza ese nuevo marco de prioridades, y con él, reconstruye la realidad de esos cuerpos fundidos en uno solo.

